La Musa Paradisiaca

A propósito del libro “Crónicas bananeras” del periodista argentino Roberto Herrscher, apuntes sobre el fruto caribe que se hizo famoso en el mundo gracias al ingenio de los emprendedores de la United Fruit Company.
(Fotos del archivo personal de Pedro Rafael Noguera @civico.samario)
A lado y lado de la línea férrea, el calor abraza las plantaciones de banano que se pierden en el horizonte. La Musa paradisiaca crece por todos lados, se abastece con el agua fresca de las fuentes que nacen en las partes altas de la Sierra Nevada de Santa Marta, arrasa sectores del Bosque Seco Tropical, llega incluso hasta muy cerca al mar, bordeando la playa. Su fruto es la base de la alimentación de la gente Caribe, se le conoce como plátano, guineo, banana, mínimo, cambur, topocho o maduro.
A punta de guineo se levantan los peleaos, se pasa el hambre, y se hace el rebusque diario en esta zona de Colombia. Los racimos los venden en la carretera: verdes para cocinar y hacer tajadas, patacones o cayeye, o amarillos y dulces para comer directamente de la cáscara. En estos mismos lugares en donde la Musa lo cubre todo, paradójicamente la pobreza abunda y se contrasta con la exuberancia natural, de ahí que los indígenas lo llamen “corazón del mundo”, con la manera en la que la gente vive y preserva sus costumbres, con cómo habitan su hogar, cuidan de los suyos y viven el presente.
Las plantaciones de banano han sido desde los tiempos de United Fruit Company (UFC) algo así como un salvavidas ante el olvido, gracias al enclave económico que creo la multinacional norteamericana llegó la comunicación por radio y el telégrafo a los países centroamericanos. Los “gringos” trajeron consigo a tierras caribeñas sus maneras de vivir con sus inventos, costumbres y construcciones. Alzaron campamentos en zinc y barrios con salones de baile y piscina, instalaron comisariatos en donde se conseguían productos importados del primer mundo, construyeron nuevas vías férreas por donde antes no había caminos, cambiaron las maneras, trajeron trabajadores de otras partes con sus ritmos, ideas y culturas; y todo por el guineo, una fruta inexistente para el mundo que lograron convertir en “una necesidad, un placer doméstico: un elemento constitutivo del American Way of Life”.
“Estas compañías (la UFC, la Cuyamel de Zemurray y la Standard de los Vaccaro) formaron economías de enclave en los países donde operaron. Gobiernos centrales débiles, que nunca extendieron su soberanía a sus escasas poblaciones de la costa Atlántica, extendieron contratos generosos bajo los cuales las compañías construyeron y operaron sus propias obras públicas, pusieron en circulación su propia moneda, importaron trabajadores y exportaron su producción. Virtualmente toda la población costeña dependía de la compañía de una forma u otra”, dice el periodista Roberto Herrscher en su libro “Crónicas bananeras”.
El negocio del banano fue en sus principios tan ingenioso como suicida. Lorenzo Dow, marinero, quien luego se convertiría en pionero del transporte rápido y preciso del producto; Andrew Preston, el cerebro comercial de la distribución, el marketing y la organización empresarial y Minor Keith, aventurero del ferrocarril, quien en un principio emprendió el cultivo y transporte del banano como actividad paralela, se empeñaron desde sus inicios con la idea de abrirle un mercado a este fruto amarillo, que nadie consumía o conocía y que solo crecía en lugares inóspitos, con poca o nula infraestructura y que además es el más perecedero de los productos exportados. Para finales del siglo XIX, en Boston, fundaron la UFC y así comenzó su aventura de una vida Caribe en la que además de crear un imponente negocio descubrieron la libertad.
“¿Debe ir al trópico sí o no?
Depende. “Si vas a acarrear todas las ataduras de casa, si tus pensamientos van a volver una y otra vez a tu vida pasada… mejor que no vayas al trópico”
Pero si lo que busca el joven es libertad, ese es el lugar. “La mejor parte de la vida tropical es la libertad. Estás al aire libre mucho más de lo que estarías… Incluso si trabajas en una oficina, el aire siempre sopla por ti y tu ropa es tan ligera que te sientes fresco, salvo en algunas tardes calurosas”.
El peligro es fracasar. Al volver con la cola entre las patas “con suerte encontrará un puesto de oficinista mal pagado”. Pero si sale bien ahorrará mucho dinero, tendrá salud, libertad, vida al aire libre…”
Crónicas Bananeras
Los emprendedores entendieron rápidamente que el éxito de su negocio estaba en controlar cada uno de los pasos: corta y transporte del banano, y que su producción no podía estar limitada a un solo lugar, sino diversificada por todo el continente centroamericano para prever los desastres naturales y políticos que pudieran afectar su cadena. “De hecho, el éxito de la UFCO se debió a que además de controlar la producción, consiguió el dominio de los muelles a ambos lados del viaje e hizo construir enormes barcos, los primero frigoríficos flotantes de la historia”.
A estos gigantescos barcos pintados de blanco para reflejar el sol y conservar la temperatura adecuada de los bananos se le conoció como la Gran Flota Blanca, una línea de cruceros que originalmente transportaban el fruto de la Musa y que luego comenzaron a llevar a bordo pasajeros que querían cumplir el sueño de experimentar el romance del Caribe en un viaje por ultra mar que duraba entre 15 a 25 días, saliendo desde los puertos de Nueva York o Nueva Orleans, y en el que se pasaba por Cuba, Jamaica, Panamá y Sur América.
“There the pirates hide their gold”
-and every voyage, every port, every route of the Great White Fleet through the Golden Caribbean has the romance of buried treasure, pirate ships and deeds of adventure- centuries ago.
Today health and happiness are the treasures sought in the Spanish Main, and Great White Fleet Ships, built specially for tropical travel, bear you luxuriously to scenes of romance.
Publicidad de la Gran Flota Blanca.
“Como subproducto, los enormes y elegantes navíos de la Gran Flota Blanca se convirtieron en pioneros de la actual industria de cruceros, y crearon el destino preferido que hoy domina esa rama: el Caribe como producto de la imaginación y el turista masificado y perezoso como cliente”.
Aún hoy los barcos climatizados de tonos pasteles cargados de guineo verde salen del puerto de Santa Marta con destino a las mesas de las familias norteamericanas que más de 100 años después han adoptaron esa fruta del paraíso como propia. El de la DOLE se ve partir cada sábado al mediodía. Según la Asociación de Bananeros del Magdalena y La Guajira (Asbama), en 2021 salió desde el puerto de Santa Marta el 43% de las exportaciones de banano del país, que a nivel nacional llegaron a 1.970.313 toneladas.
La Musa Paradisica sigue siendo la protagonista, y los tiempos de la UFC siguen en la memoria de quienes los vivieron.
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