Sobre por qué me convertí en instructora de yoga

Me tomó muchos años de práctica personal, en grupos y a solas, sentir que podría tener algo que compartir. Y no solo hablo de las posturas como tal, y su ejecución, sino de realmente de sentir qué en mi cuerpo, en mi cerebro, en mi vida cotidiana la práctica estaba interiorizada y que podría transmitirle a alguien más lo que el yoga significa para mi vida.
La gente me veía practicando, veía mis fotos en Instagram y me pedía que les enseñara. Di el paso un par de veces sin mucho éxito, con mis amigas más cercanas, y en esos primeros intentos fallidos fue tan difícil transformar en palabras e instrucciones lo que para mí con los años se había convertido en un espacio para mí misma de introspección, conocimiento, consciencia corporal, presencia, orden mental y desapego, que me rendí fácilmente ante la idea si quiera de pensar en una formación al respecto. Tampoco ser profesora de yoga fue nunca mi objetivo con mi práctica personal.
Con la pandemia, el encierro físico me llevó directo al mat con más intensidad, como una manera de evadir la angustia de los primeros meses, cuando el mundo parecía venirse abajo. Practiqué y practiqué en las madrugadas intentando canalizar mis miedos mediante el movimiento y la respiración consciente, y rápidamente me perdía en aquella danza de asanas en la que se convierten las series de yoga, mi cuerpo respondían sin mayor resistencia, cediendo, abriendo espacio, yendo más allá de sus límites, dejando de lado el espacio físico y generando internamente una fuerza en mí que me permitía sobrellevar los días sumergida en el hogar y las labores cotidianas, mientras afuera el virus se expandía.



Y en esos días me di cuenta que si el yoga podía hacer todo esto por mí, tal vez también lo pudiera hacer para otros; y que después de tanto tiempo de recibir del yoga, ahora era mi turno de dar. Con el apoyo de mi familia, que cedió en sus tiempos, cursé las 200 horas de mi formación de instructora, volví a las bases de los movimientos que llevaba haciendo por años, deconstruimos las asanas y las volvimos a construir, los lugares innombrables del cuerpo se volvieron nombrables, aprendí a entrar y salir de una postura solo escuchando instrucciones sin que nadie me hiciera una demostración de lo que debía imitar, entendí que el yoga se puede hacer en todas partes y a cualquier hora y que lo único que necesitas es un tapete, me tomé fotos a mí misma y de tanto observarme aprendí a detectar a través de la mirada mis fortalezas y debilidades y lo más importante a comprender los cuerpos de los otros, escribí sobre las asanas, hice mis manuales y comencé a volver en palabras por primera vez lo que es yoga en mi vida.
Como contadora de historias he ido encontrando mi propia narrativa a través de las clases, y de los alumnos que me han permitido dejar entrara a sus casas a través de las pantallas, o de quienes esporádicamente llegan al estudio en Santa Marta donde dicto Hatha Yoga dos veces a la semana. Juntos hemos ido explorando el reconocimiento de los límites y la relación respetuoso con el cuerpo, el poder del ego y lo liberador que es dejarlo ir, la lucha de opuestos que representan algunas asanas, cómo la respiración consciente y controlada se convierte en un alimento y medicina para el cuerpo, la mente y el alma, lo difícil que es mantenerse en el momento presente, lo importante que es dirigir la atención y la energía de manera equilibrada y en general hemos aprendido a soltar, a dejar ir, a expandir, a torser, a doblarnos, a ser fuertes, a estar de pie y un momento después de cabeza, a abrirnos a lo nuevo, a fluir.
Bienvenidos todos los que quieran seguirse sumando a esta comunidad de bienestar, aquí encuentran la información sobre mis clases, y pueden suscribirse a este blog si quieren comenzar a recibir en su bandeja de entrada contenidos sobre yoga como este, y en general lecturas que nos ayuden a ser cada vez un poco más ligeros de equipaje.
Les dejo de regalo uno de mis manuales de mis clases de Hatha yoga, que pueden descargar totalmente gratis, para quienes quieren comenzar a cultivar su práctica desde casa.
2 Responses to “Sobre por qué me convertí en instructora de yoga”
Hola Camila!
Gracias por compartir tu experiencia, aprendí del yoga en Taganga con Valentina y aveces me cruzaba contigo. Ahora practico con mi hija y es genial tener ese momento-espacio para nosotras.
Me encanta saber que eres instructora ahora. Te mando un abrazo fuerte cuídate.
Ana.
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Ana claro que me acuerdo!!!! un abrazo! y gracias por leerme
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