Bogotá de mis amores… y odios

Foto eltiempo.com
Cumplió años mi ciudad. La ciudad que dejé hace ya un par de años por que, como dice la canción, para mí resultó que “en el mar la vida es mas sabrosa”. Bogotá es la ciudad que amo y odio a la vez, que añoro por partes, que me vuelve nostálgica, que me brinda la ilusión de que pertenezco a un lugar, pero que luego me deja ver que es eso, una simple ilusión. Un lugar que me agota, y también me recarga, donde no hay tregua, y las cosas suceden, y el movimiento nunca cesa y las estaciones van pasando en cuestión de horas, todas en un solo día.
Bogotá es ese lugar de mis amores y odios. El lugar donde viví toda mi vida, que extraño a veces, que para los demás me ubica dentro de una categoría de lo que soy o debería ser (en ese afán que tenemos los humanos por clasificarnos): la rola o la cachaca, como le dicen a uno en la costa. Aunque la verdad es que de tanto ir de un lado a otro creo que ya no me siento como de ninguna parte, y no importa, te acostumbras. Lo difícil son las consecuencias: las relaciones efímeras, los amigos a la distancia que quisieras que en ocasiones se tele transportaran, los momentos en familia que simplemente te vas perdiendo, la distancia y la no presencia en la vida de los otros y ellos en la tuya.
Bogotá se traduce, entonces, en personas. En todos aquellos que adoro con mi alma y viven en esa ciudad rodeada por cerros que se ven desde todas partes, ubicada a una altura que corta la respiración, la de los parques y el caos, los trancones infinitos, la impaciencia, y las oportunidades.
Y como Bogotá estuvo de cumpleaños, y de nada vale hacer una diatriba acá de mis sentimientos encontrados hacia la ciudad en la que crecí, voy a dedicarle mejor esta entrada a las cosas que añoro. Esas cosas que no encuentro en ningún otro lugar, o no vale la pena reproducir; y que me gustaría que los demás descubrieran de mi amada… y odiada Bogotá.
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Las onces bogotanas
Las cafeterías de antaño del barrio La Candelaria, en el centro de Bogotá, son el lugar para este momento del día que se ubica hacia las 5 p.m., cuando va terminando el día y el frío comienza a meterse en los huesos. La más tradicional y recomendada es la Puerta Falsa. Las onces se tratan de una pequeña merienda, antes de la cena, que consiste tradicionalmente en chocolate caliente con leche, almojábana (un panecillo de maíz) y queso.
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Los paseos a la sabana los fines de semana
La tradición bogotana de escapar de la ciudad al campo, así sea solo para salir a almorzar los domingos. Las afueras de la ciudad están rodeadas por una linda sabana con paisajes y restaurantes campestres. Lo que no añoro son los trancones del regreso.
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El ajiaco santafereño
Una sopa a base de pollo, tres tipos de papas y maíz que se sirve con crema de leche y alcaparras; y se compaña con aguacate y arroz. Es una cena completa. A nadie le queda como a mis tías.
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La ciclovía
Es todos los domingos y los días festivos, y se traduce en que las calles de la ciudad por fin descansan de los carros y le dan paso a las familias con sus bicicletas, patines y perros que salen a disfrutar de la ciudad. Mejor si hay sol.
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Las empanadas bogotanas
Empanadas hay en toda Colombia, es cierto, pero las bogotanas son especiales. Son pequeñitas y están rellenas de carne y papa picada, casi en puré. Se comen con ají casero y limón.
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Cinemanía
Un Cinema que es solo eso, un cinema. Nada de centro comercial. Aunque las salas son anticuadas, y las pantallas no tienen la mejor resolución; la oferta de películas es del mejor cine arte. Y nada de risas, conversaciones, empujones o celulares alrededor.
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Usaquén
Otro de los planes de domingo. Usaquén es un barrio al norte de Bogotá, que antes era un pueblo y quedaba a las afueras. Como todo pueblo tiene su iglesia y plaza central. En la actualidad es el escenario de cafés y restaurantes, con muy buena oferta gastronómica; y de un selecto mercado de las pulgas que se realiza todos los domingos y festivos.
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El granizo
No ocurre mucho, pero cuando pasa es magia. Bolitas de hielo caen en la ciudad, haciendo un ruido estrepitoso, y cubriendo por apenas horas las calles de blanco como si se tratara de nieve. Recuerdos de niñez.
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Los mojicones
Producto de la panadería bogotana, que no es mas que un pan dulce, cuadrado y cubierto de azúcar. Puro antojo.
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Los barrios olvidados del centro
La Bogotá antigua está cargada de historias que quedaron sepultadas tras la imposibilidad de la ciudad de conservar sus edificaciones, y barrios tradicionales. En los lugares donde nació la ciudad hoy hay desolación, suciedad y todo llama al peligro. Sin embrago, si se mira bien aparecen los rastros de la Santa Fe de antaño y su aire europeo. Historias por descubrir en todas partes.
One Response to “Bogotá de mis amores… y odios”
es muy lindo bogota y lo mejor que tiene es el cafe realmente exquisito . besos
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