Aracataca, o aquel pueblo llamado Macondo

Estación del tren de Aracataca, Magdalena, Colombia.
Visité hace poco las casa de los abuelos de Gabriel García Márquez, en pleno centro de Aracataca, el pueblo que inspiró a la aldea de Macondo de Cien años de soledad. En esa casa fue donde nació Gabo, donde el escritor pasó sus días de niño envuelto en los cuidados de sus abuelos y sus tías, donde creció su interés por los libros y la escritura, donde la realidad de tan absurda se convirtió en realismo mágico.
“Mi recuerdo mas vivo y constante es el de la casa misma de Aracataca, donde vivían mis abuelos. Todos los días de mi vida, despierto con la impresión, falsa o real, de que he soñado que estoy en esa casa, estoy allí, sin edad y si ningún motivo especial, como si nunca hubiera salido de esa casa vieja y enorme”, El olor de la guayaba. Es la inscripción que se lee en la entrada del ala central de la edificación.
La casa dejó de estar habitada, para convertirse en museo. Solo la ocupan algunos pocos muebles y objetos escogidos, y dispuestos con total cuidado, que buscan recrear una época pasada. O, mejor, los días en los que esas habitaciones y corredores estaban llenos de la vida y las voces de quienes muchos años después quedarían inmortalizados en las obras literarias de García Márquez.
El cuarto de estudio del coronel Nicolás Márquez Mejía, el abuelo de Gabo, quién lo inició en los libros y la lectura. Sobre la mesa el diccionario de la lengua española del coronel. En sus memorias García Márquez dice que la primera vez que leyó aquel libro «Fué como asomarme al mundo entero por primera vez».
Recorrer los cuartos, acompañados de las frases de Gabo, o de algunos de los apartes de su obra, fue como tener la oportunidad ingresar a la obra misma. Ahí, en el patio central de la casona estaba el castaño de mas de cien años, bajo el cual Jose Arcadio Buendía tras una prolongada estancia “desarrolló la facultad de aumentar de peso voluntariamente, hasta el punto de que siete hombres no pudieron con él y tuvieron que llevarlo a rastras a la cama” (Cien años de soledad).
O, el “cuarto hospital” donde murió la tía Petra y agonizó la tía Wenefrida Márquez, que es el mismo cuarto donde finalmente quedó el cuerpo sin vida de Amaranta, cuando decide que “se podía reparar una vida de mezquindad con un último favor al mundo, y pensó que ninguno era mejor que llevarles cartas a los muertos” (Cien años de soledad).
Esa casa de Aracataca, con sus historias encriptadas en cada uno de los salones, me hizo recordar a la casa misma de mis abuelos. Un lugar que ya no existe, que se llevó el tiempo, que hoy siendo huérfana de abuelos se convierte en solo un recuerdo vivo en mi memoria, donde conviven la nostalgia y los días de la niñez. Una casa de la que ya solo quedan pocos objetos regados entre familiares, que perdieron el aroma de la casa de los abuelos, pero que parecen ser la única prueba de ese mundo envuelto por caricias, consejos, abrazos y gestos amorosos que ellos construyeron para nosotros.
Nicolás Ricardo Márquez y Tranquilina Iguarán, los abuelos de Gabo. «…la desdicha de los abuelos en la casa de Cataca fue que siempre estuvieron encallados en sus nostalgias, y tanto más cuanto más se empeñaban en conjurarlas», Vivir para contarla.
“Los cuartos eran simples y no se distinguían entre sí, pero me bastó con una mirada para darme cuenta de que en cada uno de sus incontables detalles había un instante crucial de mi vida”, Vivir para contarla, Bogotá, Norma, 2002, p.44.
La visita a la casona duro poco mas de media hora. Es uno de esos lugares que solo tiene sentido visitar si Macondo ha estado desde antes en tu imaginario, si has tenido la voluntad de sacar el tiempo para sumergirte en la lectura de Cien Años de Soledad o al menos en alguna de las otras obras de Gabo, si sabes quién es Gabriel García Márquez y si te da curiosidad saber cómo es la vida en el pueblo que inspiró al realismo mágico.
Monumento homenaje a Gabriel García Márquez en Aracataca, frente a la estación del tren.
Aracataca como la mayoría de los pueblos del Magdalena parece detenido en el tiempo, un pueblo olvidado, caliente y pintoresco del caribe de colombiano. Por su estación sigue pasando el tren, pero ahora es un tren que lleva carbón. En sus calles los moto taxis están atentos a buscar pasajeros, los habitantes del pueblo se conocen por sus nombre, en las mañanas las señoras salen de sus casas con sus mejores vestidos para encontrarse en la iglesia, los niños se bañan en el riachuelo que atraviesa el pueblo mientras algunas mujeres lavan la ropa y al mismo tiempo la azotan contra las piedras para sacarle la mugre, y en algunas tiendas se lee la palabra Macondo, como recordándoles a los locales y visitantes que es aquí donde la vida cotidiana es mágica, y donde nace la historia que comienza así: “Muchos años después, frente al pelotón de fusilamiento, el coronel Aureliano Buendía había de recordar aquella tarde remota en que su padre lo llevó a conocer el hielo…”.
Aracataca para viajeros ligeros
¿Dónde es?
Es un pueblo ubicado en el departamento del Magdalena, en el caribe colombiano.
¿Cómo llegar?
Desde Santa Marta, se puede tomar un bus expreso hasta el pueblo. El viaje por carretera dura en promedio 2 horas, la vía está en buen estado y es una recta. Les aconsejo tomar el bus con la empresa Berlinas,directamente en el terminal de transportes, el pasaje vale $12.000 COP, y solo para al llegar a Aracata. Es muy mala idea tomar los otros buses, créanlo paran en todas partes y ¡el recorrido se puede alargar demasiado!
No te puedes perder
La estación del tren de Aracataca, es una edificación antigua testigo de la historia de este pueblo olvidado.
2 Responses to “Aracataca, o aquel pueblo llamado Macondo”
Ya has respondido a mi pregunta de tantos años: ¿dónde esta Macondo? Felices viajes!
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Felices viajes a ti! Interrogante resuelto 😊
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