Pura naturaleza en Minca

Nos aventuramos con mi hermano (que vino de visita al Caribe) a descubrir las Cascadas de Marinca, de agua dulce, cristalina y helada; que bajan de la Sierra Nevada de Santa Marta. Ya antes les había contado que éste es un pueblito Sierra Arriba, a unos 40 minutos de Santa Marta.
La diferencia geográfica entre uno y otros son 600 metros de altura sobre el nivel del mar. Y eso lo cambia todo. Mientras en Santa Marta vivimos en un desierto en el que desde octubre pasado no llueve; y las temperaturas suben cada vez mas, llegando hasta los 40 grados. En Minca el aire es fresco y ligero, la vegetación conserva su verdor y las gotas de lluvia se asoman de vez en cuando.
Esa son las razones por las que desde que vivo en el Caribe, éste lugar es algo así como mi guarida. Yo soy de tierra fría, y me gusta la posibilidad que me da Minca de días menos “difíciles”, por decirlo de alguna manera.
Aproveché entonces la visita de mi familia como excusa para pasar unos días allá. Los atardeceres son increíbles, véanlo ustedes mismos.
La noche es bien especial. Desde lo alto se ven al fondo las luces de la Santa Marta extensa, que llega hasta el mar. Mas al fondo el faro, que ocupa su lugar en el morro de Santa Marta. El aire se torna cada vez mas fresco y da la posibilidad de ¡dormir con cobijas! Extraño como parezca es una de las cosas que mas me hacen falta de Bogotá, y de las que no hay opción en Santa Marta, a menos de que duermas con aire acondicionado. Y adivinen…el aire acondicionado me enferma.
Nos fuimos entonces a media mañana. Fernando, el dueño del hostal El Mirador, una casona con apenas tres cuartos y la vista increíble que les acabo de mostrar, nos recogió en Taganga y nos llevó en su 4×4 hasta su hostal. Esos son los carros ideales para subir a Minca, pues la carretera es destapada.
Como todo buen paisa nos entretuvo con su charla amigable, nos contó de su vida, de cómo terminó viviendo y formando una familia allí con Margarita (quien espera su tercer bebé) y de lo sencilla que puede llegar a ser la vida. También de sus planes para mejorar su negocio.
Foto tomada de la página web del Hostal El Mirador: https://miradorminca.wordpress.com/
Pasamos el resto de la mañana tirados en una hamaca y en lo que llaman un “estado contemplativo”. Salimos al medio día a buscar el almuerzo, que no podía ser nada mas que el tradicional sancocho de gallina del balneario al lado del río Minca.
Luego de recuperar nuestras energías, a mi hermano Felipe y a mí se nos metió la idea de conocer las Cascadas de Marinca, que Fernando nos había mostrado en el mapa que estaba dibujando en una de las paredes del hostal. ¡Vamos!
Ni pensamos en caminar, unos decían que tardaba entre 1 hora y hora y media. Nos fuimos directamente a la parada de moto taxis (el transporte mas convencional en toda la Costa), en plena entrada del pueblo, y nos subimos de parrilleros. Andar en moto siempre tiene su encanto: el aire te pega en la cara y el paisaje se va mostrando en primer plano y en cámara rápida, como si pasaras los fotogramas de una película.
Aunque a decir verdad las motos me dan miedo, por eso iba bien agarrada y mirando hacia atrás constantemente. El conductor de Felipe no era tan diestro, llevaba una moto mas vieja y por la inclinación de la subida a veces se quedaba atrás.
Llegamos luego de unos 20 minutos a la entrada de las cascadas, donde tuvimos que pagar $3.000 por persona, por el mantenimiento, decían. La verdad es que el lugar estaba muy limpio, y totalmente para nosotros.
El agua definitivamente es vida. Esa fue mi primera sensación. El verdor de las montañas, el canto de los pájaros, el agua que corría con fuerza y a la vez el silencio de la naturaleza. Darse cuenta de que somos parte de ese universo, como seres humanos; y que no lo sabemos.
Las Cascadas de Marinca son dos. La primera mas abajo, y forma un pozo a su llegada. La segunda con una caída mas inclinada, sin pozo, pero con un chorro potente.
Los conductores de las motos nos esperaron afuera. Mientras nos bañábamos aprovecharon para recoger aguacates y mangos, que en esta temporada del año se caen de los arboles en cantidades.
De regreso nos hicieron el favor de tomarnos esta foto de nuestra aventura motorizada, que nos quedará para el recuerdo.
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