Periodismo, escritura, yoga

Renace el arte de las sombras en Camboya

La historia de Camboya es dolorosa y reciente. Las secuelas de lo que allí pasó aún están latentes en la generación que fue testigo de uno de los mayores genocidios del siglo XX, y en sus hijos y en los hijos de sus hijos. La magnitud del desastre se confronta cara a cara, constantemente, cuando uno está visitando el país; y como suele ocurrir, se convirtió en un atractivo turístico, o como lo llamo yo, hizo de Camboya otro de los destinos del turismo de la muerte (en la lista están Aushwitz, Cracovia, Ruanda, etc.).

Los campos de la muerte (killing fields) se encuentran en cada poblado, hay lugares en que hay mas de uno y en otros son los mismos templos budistas profanados, donde hoy se encuentran los cráneos, huesos, trozos de cabello, las ropas y objetos personales de los que fueron torturados hasta morir.  Las herramientas  y las maneras como los torturaron, incluso en algunos hay fotos, también se les explican en detalle a los turistas curiosos (los únicos que visitan esos lugares son los extrajeros. Para los locales son símbolo de dolor y tragedia, y los cráneos que allí se exponen son sus muertos y sus pertenencias). El saldo de la masacre fue el exterminio de una cuarta parte de los habitantes del país, que en números equivaldría a mas de dos millones de personas.

Los responsables fueron los Jemeres Rojos, una organización guerrillera comandada por Pol Pot, otro de los lideres tiranos de la historia de la humanidad, quien tras la Guerra de Vietnam tomó el poder del país, en un acto conocido como la caída de Phnom Penh (17 de abril de 1975). Pol Pot estableció un gobierno totalitario y consolidó una economía radicalmente agraria llevada al extremo. Su consigna era evacuar las ciudades, destruir todo rastro de civilización urbana, sepultar la cultura (por ser considerada burguesa) y forzar a todos los habitantes a trabajar el campo. Algo así como si obligaran a todos los bogotanos a abandonar la ciudad, y sin importar sus estudios, calificaciones, edad o género los obligaran a trabajar en un campo de cultivo, bajo el sol, por las horas que determine un comandante.

Durante la era Jemer las detenciones se hacían arbitrariamente, las torturas y asesinatos selectivos eran en masa y se justificaban bajo la premisa de que estaban en la búsqueda del “enemigo interno”. Los primeros en  caer bajo la mira de los asesinos fueron los periodistas, escritores, pintores, poetas, filósofos y artistas. El régimen borro todo trazo de cultura y de tradiciones, y cuatro años después (1979) cuando finalmente fueron derrocados por el ejercito de Vietnam, Camboya había perdido toda una generación de intelectuales.

Durante los años siguientes no hubo periódicos, ni conciertos, ni libros que leer, ni tampoco quien los pudiera leer. Los mas viejos, quienes conocían de las tradiciones ya no estaban para recordarlas y todo rastro de su cultura había sido borrado. Los artistas que lograron sobrevivir al genocidio tenían miedo de admitir sus artes, y pasó mucho tiempo hasta que los que antes eran niños se convirtieran en adultos y mostraran interés por rescatar lo que todos parecían haber olvidado.

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El teatro de las marionetas de sombras fue uno de esos tesoros que sepultó el genocidio. Una tradición que se remonta a mil años antes del antes del Imperio Angkoriano (siglo I después de Cristo), su práctica es igual de antigua al ballet real y al teatro de las máscaras. Tradicionalmente los espectáculos se realizaban al aire libre, durante la noche, en un escenario recreado por una manta blanca sostenida por dos palos de bambú que era iluminada por el fuego de una hoguera. En la actualidad el fuego se reemplaza por luces artificiales. Las marionetas, en cambio, como en épocas pasadas se siguen haciendo a mano, de una sola pieza de cuero, pueden llegar a medir hasta dos metros y su fabricación toma hasta tres semanas.  El show es acompañado por una orquesta en vivo y dos narradores. Las historias de las sombras recrean los mitos y leyendas de esta ancestral cultura. Por lo general se trata de aventuras de dioses, héroes y villanos; y rememoraciones de amores y batallas.

La mayoría de los artistas que le dan vida a estos personajes son niños y jóvenes, que se han dedicado a revivir esta tradición gracias al apoyo de organizaciones internacionales  no gubernamentales. Poco a poco los camboyanos están recuperando sus tradiciones y haciéndolas nuevamente parte de su cotidianidad. Sin embargo, pese a que los teatros han comenzando a parecer, los espectáculos de marionetas de sombras aún son muy esporádicos, y para disfrutar de uno de estos realmente hay que buscarlo. Es un arte que está saliendo del olvido, buscando renacer para seguir contando las historias ancestrales de un pueblo que sigue en su lucha por dejar atrás la era del terror.

 

Teatro de sombras en Siem Riep

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Siem Riep es la ciudad de Camboya a la que todos los viajeros llegan para visitar las ruinas de Angkor Wat. Allí también se puede disfrutar de un lindo espectáculo de marionetas de sombras, en donde participan jóvenes artistas, muchos de ellos ciegos. Todos los fondos recogidos van a la fundación Krousar Thmey y son utilizados para mantener a los niños del centro, la mayoría huérfanos. Las presentaciones se llevan a cabo cada miércoles en el restaurante La Noria a partir de las 7:30 p.m.

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