Acróbatas del oceáno

La sombra de sus alas extendidas cubrió el aro de luz que llegaba desde la superficie. Se movía lento, considerando su tamaño, que por lo menos alcanzaba los 5 metros de ancho. Iba planeando sin prisa en aquel mar espeso, moviéndose por las aguas menos profundas, dejando a su vez que los peces limpiadores hicieran su trabajo. Sus aletas frontales que asemejan un par de cachos se movían de vez en vez. Nuestra presencia, contrario a lo que se podía creer, no le atemorizó. Parecía tan curiosa en nosotros como nosotros en ella. Iba y venía a nuestro alrededor, alzándose en las aguas, dando volteretas, abriendo y cerrando sus alas. Ligera.
El espectáculo comenzó a los cinco minutos de iniciar la inmersión. Apenas habíamos tenido tiempo de bajar a unos 18 metros, y dar una vuelta por el arrecife, en donde encontramos al pez payaso escondido en una anémona. Antes, en el bote, habíamos hablado con los demás buzos de lo increíble que sería ver uno de estos animales, por fin… Parecía como si siempre que yo llegara a un lugar de buceo nunca le atinara a la temporada de mantas. Me pasó primero en Honduras y luego en Panamá. Las decepciones ya estaban acumuladas. Solo las había visto en videos de mi amigos que habían buceado en los mismos lugares que yo, solo que en las épocas correctas.
En Hin Daeng (Tailandia) hacía por lo menos dos semanas que no las habían visto. “Mala suerte”, me dije a mí misma otra vez, y me sumergí en el mar de Andamán sin mas expectativas que disfrutar de lo que tenía que ofrecerme el arrecife en este lado del mundo, que es bien diferente al caribeño o al del pacífico colombiano, no solo en sus formaciones de coral sino también en sus especies de peces.
Las profundidades del mar, sin embargo son una incógnita. La sombra negra que dibujaba una manta raya de proporciones descomunales apareció ante nosotros. Oí como el dive master de Lanta Diver (quien iba como nuestro guía ese día) gritaba por el regulador de emoción, luego de 6 meses en la isla también era su primer encuentro. Yo simplemente no lo podía creer. Escoger un animal marino preferido es imposible, por lo menos para mí, pero este sin duda es uno de los mas hermosos, imponentes y armónicos que yo he visto jamás. Lo mas bonito del encuentro fue que duró por el resto del buceo. Ella se quedó ahí con nosotros, deleitándonos con sus acrobacias.
En nuestra segunda inmersión, en Hin Muang, a unos pocos kilómetros de distancia, pasó lo improbable; descendimos y otras dos mantas estaban ahí esperándonos. Nos quedamos con ellas los 60 minutos que nos fue permitido prolongar el buceo, no vimos nada mas, no nos movimos del lugar en el que descendimos, solo estuvimos ahí estáticos sabiendo que éramos los seres mas afortunados del mundo.
10 cosa que hay que saber sobre las mantas
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A diferencia de otras rayas, las mantas no son venenosas.
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Pueden perder su membrana mucosa protectora si son tocadas por los seres humanos.
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Las aletas frontales (aletas cefálicas) que parecen cachos, le ayudan a dirigir el alimento hacia su boca.
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Consumen grandes cantidades de zooplancton llegando a alimentarse del 13% de su peso corporal cada semana. Son filtradoras.
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Su anchura es aproximadamente 2,2 veces la longitud de su cuerpo.
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El promedio de vida de una Manta Raya es de 20 años.
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Son parientes cercanos de los tiburones y irónicamente estos son sus principales depredadores, junto con las orcas.
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Las mantas se acercan a arrecifes de coral parándose casi por completo cerca de la superficie para dejar que los peces limpiadores que allí viven se alimenten de los parásitos adheridos a su piel.
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Pueden nadar grandes distancias. El viaje mas largo registrado es de 1.000 kilómetros, y se dice que son capaces de sumergirse hasta los 1.000 metros.
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Su nombre se debe a su cuerpo aplanado que parece una manta.
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