Barcelona es Gaudí

Uno de los pabellones de entrada del Parque Guell, decorado con mampostería de piedra del lugar.
Pocos logran lo que hizo Gaudí con su obra: una arquitectura decorativa pero a la vez funcional, modernista pero al mismo tiempo orgánica. El sello de Gaudí está impreso por toda Barcelona; y no solo tiene que ver con sus estructuras como tal, en gran parte concentradas en el sector de Gracia, sino con su estética. La ciudad capturó su esencia; su perspectiva de cómo se debería ver el mundo; su obsesión por la luz como creadora de espacios, sus detalles; sus formas onduladas, casi comestibles –como dijo una vez Salvador Dalí– y su explosión de color en la que no hay reglas.
La casa Milá, llamada popularmente conocida como La Pedrera por sus muros de piedra de cantera ondulantes.
Las estructuras Gaudí no solo cumplen su rol en el inmobiliario urbano, sino que también dejan al descubierto que hay otra manera de hacer las cosas; y que contrario a lo que decía Le Corbusier, una casa no solo es una máquina para vivir (“A house is a machine for living”); sino también para la observación y el deleite del paisaje. Las obras de Gaudí son en definitiva genuinas obras de arte a escala arquitectónica.
La plaza de las 100 columnas del Parque Guell, que fue construida para funcionar como el mercado de este complejo urbanístico.
Sus influencias como creador vinieron primero del arte oriental, mas tarde seguiría la corriente neogótica –de moda en su momento–, y finalmente, como todo artista, encontraría su propio estilo, con la naturaleza como principal fuente de inspiración. De ahí que sus obras maestras todas tengan ese marcada estética orgánica. Criticado y alabado en su momento, como todos los grandes genios, su legado continúa en la ciudad que lo vio crecer como artista; y en donde murió arrollado por un tranvía, antes de culminar una de sus obras mas representativas, la catedral de la Sagrada Familia de Barcelona.
«La arquitectura es la ordenación de la luz; la escultura es el juego de la luz».
El mismo arquitecto dictaminó: “El Templo de la Sagrada Familia representará el futuro de la Cataluña moderna”. La llegada de la muerte en pleno esplendor de su carrera no fue algo que lo cogió por sorpresa, para cuando la obra quedó en sus manos tenía 59 años, y estaba consciente de que lo mas probable era que no viera su término. De ahí que dejara una detallada descripción a sus sucesores de cómo esperaba que se viera su obra.
En 1882 el maestro Gaudí quedó a cargo de la construcción del templo. La obra aún no ha sido culminada.
“No hay que lamentar que yo no pueda terminar el templo. Yo me haré viejo, pero otros vendrán detrás de mí. Lo que hay que conservar siempre es el espíritu de la obra, pero su vida tiene que depender de las generaciones que se la transmiten y con las que vive y se encarna”. El maestro solo vio culminado el primer campanario de la fachada del nacimiento, situada en la calle de la Marina (1925). La catedral todavía sigue en construcción.
«Original es aquello que vuelve a la simplicidad de las primeras soluciones».
Gaudí era un católico creyente y su adoración por Dios la dejó plasmada en sus trazos. La sensación que da ver la Sagrada Familia de cerca es que no alcanza la mirada para abarcarla toda, y no solo por la altura de sus torres cónicas circulares que parecen tocar el cielo; sino por la infinita inmensidad de detalles decorativos que cubren cada una de sus fachadas, y que cuentan la historia del nacimiento del Mesías, el Vía Crucis (que dejan al descubierto el dolor, el sacrificio y la muerte que experimentó Jesús), la situación del ser humano dentro del orden general de la creación (fachada de la Gloria) y la devoción a la Virgen María.
Vista frontal de la entrada del Parque Guell, Gracia.
Barcelona es Gaudí, la ciudad de los colores, de las formas, de los detalles y de la estética modernista.
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