Los últimos peces salvajes

El atún, el róbalo, el bacalao y el salmón son las especies con mas demanda en el mercado. Foto: Greenpeace.
Para nadie es un secreto que la pesca en todo el mundo ya llegó a sus niveles máximos. De lo que pocos estamos conscientes, es de que así como en la pre historia el homo sapiens evolucionó de recolector a agricultor y de cazador a ganadero, el hombre moderno dejará de ser pescador para convertirse en cultivador de peces.
En el imaginario colectivo los peces se asocian con el mar, los ríos o las lagunas. Se les imagina nadando libremente entre corales, formaciones rocosas o pastos marinos; cazando a sus presas y escapando de sus depredadores. Se asume, entonces, que la carne que llega a nuestros platos es de procedencia salvaje; y no producto de un cultivo, encerrado en jaulas, alimentado en la mayoría de las veces con concentrado y a veces manipulado genéticamente para mejorar su rentabilidad, sabor y aspecto. La realidad, sin embargo, no siempre es esta.
Todos hemos comido salmón, tilapia, trucha, cachama, camarón y muy seguramente hemos comenzado a incluir el basa, un bagre traído de Vietnam que se vende a precio de huevo (según la Autoridad Nacional de Acuicultura y Pesca –AUNAP–, al país está entrando a menos de un dólar el kilo de filetes importados), en nuestra dieta diaria. Todos estos son peces de cultivo, de ahí que siempre se encuentren en el mercado –sin importar la temporada del año–, que sus filetes tengan todos las mismas características de color y tamaño y que en algunos casos, su precio sea mucho mas bajo.
Las proyecciones para 2013 apuntan a que los cultivadores de peces están produciendo 70 millones de toneladas al año, lo que representa el 44% de la producción total pesquera y el 49% de los peces consumidos por los seres humanos.
Hoy, según lo asegura la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), en un informe publicado el pasado 21 de febrero, las proyecciones para 2013 apuntan a que los cultivadores de peces están produciendo 70 millones de toneladas al año, lo que representa el 44% de la producción total pesquera y el 49% de los peces consumidos por los seres humanos.
En el caso específico de Colombia, “por primera vez en la historia la producción de cultivos superó a la de captura. En el 2013 se capturaron alrededor de unas 70 mil toneladas de diferentes especies, entre las cuales el mas importante es el atún. En cambio, de cultivos superamos las 80 mil toneladas, entre tilapia, trucha, cachama y camarón”, asegura el director de la AUNAP, Julián Botero.
El fenómeno es claro. Al no ser posible la producción de alimento mediante los procesos naturales, la única salida es cultivarlo; tal y como lo hacemos con los demás productos en la superficie terrestre (agricultura y ganadería). Y es que poniéndolo en términos simples “para abastecer la población actual, necesitaríamos dos o tres océanos mas”, asegura el periodista norteamericano Paul Greenberg, autor del libro Four fish.
En 2013, por primera vez en la historia, Colombia produjo mas peces en cultivos que los que fueron capturados en medios naturales.
Según el último Índice de Salud de los Océanos, en todo el mundo la pesca de captura en el medio natural suma alrededor de 90 millones de toneladas al año. Una cifra insuficiente si se tiene en cuenta que, en promedio, un cuarto de la población global depende de la comida de mar como fuente de proteína. Y, además, si se estima que diariamente 200 mil nuevos seres humanos llegan al planeta, lo que al año suma unos 70 millones de nuevos individuos, y todos necesitamos comer.
Los preferidos
Las especies mas apetecidas en el mercado mundial son principalmente el atún, el róbalo, el bacalao y el salmón. Para el caso del paladar colombiano, a la lista se suman la corvina, la sierra, el pargo y el mero, considerado en peligro de extinción y cuya pesca dirigida está prohibida. “El atún rebosa de 5 a 10 veces el resto del producto, de ahí que esté en crisis. El aleta amarilla es de los mas capturados y su situación en aguas del Pacífico es de explotación, lo que quiere decir que ha alcanzado un rendimiento máximo”, explica Mario Rueda, coordinador de la línea de valoración de recursos marinos, del Instituto de Investigaciones Marinas (Invemar).
Según el director de la Autoridad Nacional Pesquera, “si bien el atún no se encuentra en peligro de extinción su pesca está totalmente controlada, es decir que no se permite un barco mas”. En aguas internacionales esta especie está controlada por la Comisión Interamericana del Atún Tropical (CIAT), de la cual hacen parte 21 países, entre ellos Colombia.
Las especies mas apetecidas en el mercado mundial son principalmente el atún, el róbalo, el bacalao y el salmón. Para el colombiano, a la lista se suman la corvina, la sierra, el pargo y el mero.
La Comisión ha acordado medidas para el manejo de esta pesquería, entre las que se encuentran la aplicación de una cuota global de atún, el establecimiento de límites de capacidad de acarreo de los buques operando en el área y acciones para mitigar el impacto de la pesca atunera sobre las tortugas marinas y la conservación de tiburones capturados en asociación con las pesquerías en el Océano Pacífico Oriental, entre otros.
El informe de la FAO sobre el estado de las pesquerías en el mundo (2012) revela que de las siete especies principales de atún, se estima que un tercio están siendo sobre explotadas y el 37.5% plenamente explotadas. “En el largo plazo, el estado del stock de atún (y en consecuencia sus capturas) podrá verse deteriorado a menos de que se logren avances significativos en su manejo”.
En la lista roja
Entre los recursos pesqueros considerados en peligro a nivel nacional también están el tiburón. Se estima que mueren mas de 100 millones al año en el mundo por efectos de la pesca (AUNAP). Colombia cuenta con normatividad que prohíbe el aleteo (Resolución 375 de 2013) y la pesca dirigida al tiburón (Resolución 0744 de 2012), y regula su pesca incidental (Resolución 190 de 2013).
Iniciativas que según Conservación Internacional Colombia no son los suficientemente fuertes para enfrentar la real magnitud del problema. “Colombia salió con la norma que prohíbe la pesca dirigida a tiburón, y lo que nosotros habíamos hablado en el Plan de Acción de Tiburones era que sacáramos al tiburón de las especies pesqueras y que lo reguláramos. El tiburón hace parte de lo que es pesca blanca o accidental, pero una pesquería en donde se permite que el 40% sea tiburón no es incidental sino dirigida. Por eso, se debe regular esa pesca y promover el aprovechamiento integral del tiburón que se saca en nuestras costas”, dice María Claudia Diazgranados.
El camarón de aguas someras (aguas poco profundas), el preferido de la pesca industrial de arrastre, también está en la mira. Según el Invemar, por cada kilo de camarón capturado en el Pacífico colombiano caen en las redes 14 kilos de fauna acompañante, estimación que supera la media global para pesqueras tropicales, que es de 10:1. “Una evaluación global de la captura descartada, señaló que ésta representa entre 17.9% y 39.5% de la producción pesquera total. Muchos de los peces que se descartan son juveniles de especies que soportan otras pesquerías y/o especies que no tienen valor comercial, pero si importante papel ecológico”, asegura Rueda.
Las consecuencias
Las diferentes presiones a las que hemos sometido al océano, a las que además de la sobre explotación por artes de pesca nocivos (dinamita, redes de arrastre, etc.) se suman la contaminación por el transporte, el vertimiento de residuos, la extracción de recursos, el cambio climático, entre otros, han llevado a que la pesca en el mar y en los ríos esté en casi todo el mundo en sus niveles máximos.
“La disminución de la captura marina mundial en los últimos años, junto con el aumento del porcentaje de las poblaciones de peces sobreexplotadas transmiten el mensaje de que el estado de la pesca marina mundial está empeorando. La sobreexplotación no sólo provoca consecuencias ecológicas negativas, también reduce la producción de peces, lo que conlleva a consecuencias sociales y económicas”, asegura la FAO.
No es descabellado decir, entonces, que nos estamos comiendo a los últimos peces salvajes. En este panorama, la acuicultura surge como una solución para seguir abasteciendo la creciente demanda de productos provenientes del mar y los ríos. Se estima que el consumo mundial por persona de pescado aumentó de un promedio de 9.9 kilogramos en los años 60´s, ha 18.4 kilogramos en 2009 (FAO). “La acuicultura puede ser una forma de quitarle presión a la extracción directa del océano, y al mismo tiempo promover la repoblación de otras especies para poder suplir el consumo nacional. Sin embargo, su mal manejo puede generar problemas, como en el caso de las especies que salen al medio y terminan adaptándose produciendo desequilibrios ecológicos”, asegura Diazgranados.
Cultivando los ríos y mares
En las últimas tres décadas (1980 -2010) el cultivo de peces ha aumentado en 12 veces, con un promedio anual de crecimiento de 8.8%, siendo los años 80´s y 90´s los mas representativos. Se estima que alrededor de 600 especies acuáticas son criadas en cautiverio en todo el mundo para la producción de alimento, en una gran variedad de sistemas de cultivo y con diferentes tecnologías; utilizando agua dulce, agua salobre y agua marina. En el mundo, el principal cultivador de peces es China con el 60% de la producción global, y el continente asiático se posiciona con el 90% de la acuicultura del mundo (ver mapa). Colombia hace parte del top 10 de los países productores de América (en el 2010 estaba en octavo lugar); en el primer lugar se encuentra Chile seguido por Estados Unidos, Brasil, Ecuador y Canadá (FAO).
Los ejemplos mas representativos de cultivo de peces nacionales son la tilapia y la trucha arcoíris, tan antiguos que hay quienes desconocen que estas dos especies no pertenecen a estas aguas. Se estima que llegaron al país en la década de los 30´s, la primera de origen africano y la segunda desde California. Su adaptación al medio fue exitosa y su rentabilidad la convirtió en buen negocio. Sin embargo, el mal manejo de sus cultivos llevó a que algunas de estas terminaran libres en el medio. En la actualidad, estas especies son consideradas como exóticas invasoras, igual que el tan satanizado pez león del caribe.
“La tilapia se encuentra en todos los embalses y lagunas de clima medio y caliente; y la trucha está en todos los lagos andinos del país y los ríos de ladera. Esta última, por ejemplo, es una especie tan fuerte que acabó con el pez graso del lago de Tota, que era una especie endémica; y una especie que se extingue es una pérdida incalculable”, explica el director de la AUNAP.
Como todas las practicas que requieren intervención del hombre, la acuicultura si bien tienen varios aspectos positivos: como el hecho de que permite programar la producción de alimento para que esté disponible según lo demanda el mercado e incluso en las épocas de escasez; y posibilita el mejoramiento genético de las especies (como en la ganadería), si no está bien regulada y no se practica de una manera óptima también puede traer varias desventajas para el ecosistema.
“El riesgo de escapes, por ejemplo, también acarrea el riesgo de contaminación genética, que en palabras sencillas implica que las especies producidas en el laboratorio con fines de cultivo pueden terminar reproduciéndose con las del medio natural debilitando la variabilidad genética de la especie, que es lo que les da el poder de sobrevivencia. Otra de las desventajas es el tema de la sostenibilidad, pues el alimento en grandes cantidades, mas la cantidad de pescado concentrado en ciertas zonas produce desechos de nitrógeno y fósforo muy grandes, que se traducen en demasiada materia orgánica en el agua. Cuando ya se deteriora el medio ambiente, vienen las epidemias, eso es propio de todos los cultivos intensivos, los mismo pasa en la agricultura”, asegura Botero.
Según la FAO, los brotes de enfermedades en los últimos años han afectado los cultivos de Salmón del Atlántico en Chile, de ostras en Europa, y de camarón marino en varios países de Asia, América del Sur y África, dando lugar pérdidas parciales y totales de la producción. En 2010, por ejemplo, China sufrió pérdidas de 1,7 millones de toneladas causados por los desastres naturales, las enfermedades y la contaminación. En Mozambique los brotes de enfermedades prácticamente aniquilaron la producción de cultivo de camarón marino en 2011.
La pregunta, como lo propone el periodista Paul Greenberg autor del libro Four fish, entonces es: “¿Debemos eliminar todo lo salvaje del mar y reemplazarlo por sistemas de control humano, o podemos entender el entorno salvaje y manejarlo lo suficientemente bien como para mantener a la humanidad y el mundo marino en equilibrio?”.
*Artículo publicado en la revista Semana Sostenible, todos los derechos reservados a Publicaciones Semana S.A.
Deja una respuesta