Un barrio ecológico

Hammarby Sjöstad, en la zona sur de Estocolmo, es un ejemplo de innovación ambiental y sostenibilidad. En el lugar, las aguas residuales y basuras domésticas se transforman en calefacción, electricidad y combustibles para los vehículos y el transporte público.
Pocos proyectos urbanísticos en el mundo tienen la particularidad de haber sido gestados como proyectos ambientales y sostenibles, en donde los desechos siguen un curso circular –es decir que se reutilizan para suplir las necesidades de energía de la comunidad que los produce–. Por el contrario, es común ver el modelo lineal: los deshechos van del hogar o establecimiento hasta botaderos, rellenos sanitarios o a contaminar fuentes hídricas.
Uno de los casos privilegiados es Hammarby Sjöstad, en la zona sur de Estocolmo, un proyecto urbano que desde su planeación en 1990 tuvo como meta reducir a la mitad el impacto medioambiental en comparación con otros barrios de la capital escandinava. “Todas las unidades involucradas en el proyecto se enfocaron en el medioambiente, incluso antes de trazar la primera línea. Es un concepto holístico”, asegura Eric Freudenthal, del Centro de Información Medioambiental GlashusEtt, uno de los ejes centrales del barrio, en donde tanto visitantes como residentes obtienen información sobre las innovaciones ecológicas que se implementan en el lugar.
Edificios que no sobrepasan los seis pisos, con fachadas, instalaciones y equipamientos hechos con materiales amigables con el medioambiente; volúmenes con ventanales amplios y diseños multinivel con generosos balcones y terrazas con vista al lago Hammarby Sjö; un sistema de carros compartidos que funciona con 25 automóviles, abierto a todos los residentes y trabajadores del área; un ferry gratuito que transporta a los habitantes a lo largo del lago y los lleva al centro de la ciudad en menos de 20 minutos; un sistema organizado de transporte público que funciona con el biogás producido con los desechos de la comunidad; techos verdes que recogen aguas lluvias y generan espacios para el disfrute; paneles solares que proveen energía con la que luego se calienta el agua, y un sistema de tratamiento de agua capaz de transformar las aguas residuales producidas por una familia en el biogás necesario para cocinar sus alimentos. Estas son algunas de las características que hacen de este barrio un ejemplo de innovación sostenible.
El modelo Hammarby
Hammarby Sjöstad fue planeado en el lugar donde se encontraba un viejo y contaminado puerto industrial. Fue pensado inicialmente como una villa olímpica ecológica, en la que Estocolmo esperaba ubicar la sede de los Juegos Olímpicos 2004. Sin embargo, luego de que el Comité Olímpico Internacional escogiera a Atenas como ganador, cambiaron los planes y las autoridades aprovecharon para potencializar el sur de la ciudad, creando un nuevo barrio con usos mixtos, que se convirtiera en un modelo medioambiental urbano.
El nuevo plan estableció que en las 200 hectáreas que rodean el lago Hammarby Sjö se construirán 10.000 apartamentos y que para 2018, cuando termine el proyecto, vivirán allí 25.000 personas. Así mismo, se delimitaron locales comerciales, colegios, iglesias, una biblioteca pública y espacios al aire libre armónicos con el diseño del barrio.
Para el manejo de basuras se desarrolló un sistema de tuberías subterráneas que, mediante la succión al vacio, transporta residuos previamente separados hasta las plantas de tratamiento. “Hay una serie de puntos de disposición de basuras instalados en las áreas comunes de los bloques de vivienda y en lugares públicos. Cuando los sensores detectan que están llenos, los extractores se ponen en marcha y succionan la basura a una velocidad de 70km/h”, explica Freudenthal.
Los desechos se clasifican en: restos biológicos, papel y todo lo demás. Con los restos biológicos se producen abonos, el papel se tritura para ser posteriormente reciclado y el resto de las basuras se queman en una planta para producir electricidad, agua caliente y calefacción para las viviendas.
En cuanto a las aguas, estas se tratan de manera diferente dependiendo de si son pluviales o residenciales. Las aguas lluvias se recolectan, luego se purifican y son nuevamente conducidas al lago y posteriormente al mar. Las aguas residuales, por su parte, van a una planta de tratamiento para producir biogás, que se utiliza para cocinar y como combustible para los vehículos.
“El interés por desarrollar energías alternativas y conformar ciudades cada días más sostenibles es algo en lo que ha venido trabajando el gobierno sueco desde finales de los 70, cuando nos dimos cuenta de que éramos el país más dependiente de petróleo del mundo”, dice Freudenthal.
Las últimas mediciones señalan que el barrio es 40% más respetuoso con el medioambiente que otras zonas residenciales de Estocolmo. En la actualidad, 22.000 personas viven en Hammarby Sjöstad, en su mayoría familias conformadas por parejas entre los 25 y 45 años, y el barrio es considerado como uno de los lugares con mayor población infantil del norte de Europa. Las autoridades esperan que para 2018 las reducciones de los impactos ambientales se superen en 50% con respecto a otras zonas de la ciudad y que los habitantes cada vez sean más conscientes de su papel en este ambicioso proyecto ecológico. Como concluye Freudenthal: “75% de la sostenibilidad en Hammarby Sjöstad está integrada en los edificios y en la infraestructura; pero el 25% restante tienen que aportarlo los mismos residentes”.
*Artículo publicado en Avianca en revista, todos los derechos reservados a Proyectos Semana.
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