Popayán de ensueño

Situada en medio de la cordillera Occidental y Central, la capital del Cauca es un destino histórico, gastronómico, religioso y natural. Un lugar hecho para el descanso cuyas calles y edificaciones coloniales recuerdan épocas pasadas.
Como telón de fondo aparece el volcán de Puracé, con su pico de nieves perpetuas, en un cielo inundado de arreboles que anuncian el atardecer en este valle, en el que don Sebastián de Belalcázar se decidió a fundar Popayán, hace casi cinco siglos atrás. Se trata de un momento mágico en el que las cúpulas blancas de las iglesias de la ciudad antigua quedan iluminadas por aquellos tonos naranjas que lo envuelven todo con su paso. Como lo decía el poeta payanés Guillermo Valencia, “Un instante del crepúsculo en que las cosas brillan más, fugaz momento palpitante de morosa intensidad. Se aterciopelan los ramajes, pulen las torres su perfil, burila un ave su silueta, sobre el plafondo de zafir…”.
Ubicada en medio de las dos formaciones montañosas más importantes del país, Popayán además de su deslumbrante belleza arquitectónica, en la que se combinan estilos coloniales con barrocos, renacentistas, neoclásicos y republicanos, es una ciudad rodeada de una gran riqueza natural, en la que las formaciones volcánicas, las aguas termales que emergen del subsuelo de manera natural, las cascadas de agua cristalina, los valles y los paisajes de páramo son los protagonistas.
De conquistas, esclavos y sacerdotes
Caminar por Popoyán es como recorrer su historia. Sus calles, casas, iglesias, monasterios y conventos dan cuenta de las influencias europeas que llegaron a colonizar estas tierras. Como las demás ciudades del virreinato, Popayán se fue expandiendo a manera de cuadriculas. Sus anchas calles, antes de piedra que hoy ya han sido pavimentadas para que puedan transitar los carros con más facilidad, es quizá una de las pocas cosas que han cambiado de los tiempos de antaño. Por demás, la ciudad con su blanco inmaculado parece sacada de otra época.
Con los primeros colonizadores españoles llegaron a la ciudad las órdenes religiosas de Santo Domingo y San Francisco, quienes instauraron sus iglesias, monasterios y conventos a los alrededores de la plaza principal, hoy conocida como Parque Caldas. Se estima que solo en el centro histórico se encuentran cerca de 10 iglesias, casi una por esquina. La Catedral, ubicada en el parque central, con su torre del reloj, que le sirve de campanario; la iglesia de San Francisco y su monasterio, que hoy funciona como un hotel cinco estrellas y la Ermita, la primera iglesia construida sobre un templo indígena, son algunas de las más representativas.
Luego del primer gran terremoto que azotó a la ciudad, destruyendo gran parte de sus edificaciones y tras el cual se descubrieron los yacimientos minerales con los que contaba la región (1564), llegaron los primeros encomenderos españoles con sus indígenas a explotar las minas de oro. Estos poderosos señores construyeron con sus riquezas haciendas, lujosas casonas y algunos de los templos con los que cuenta la ciudad, los cuales revistieron con imágenes y santos traídos de Europa.
Se estima que junto con Bogotá y Cartagena, Popayán era una de las ciudades del virreinato con mayor número de nobles titulados. Para 1592 llegarían los primeros esclavos traídos de África de manera ilegal a quienes se les obligó a trabajar en las minas. Así comenzaría una larga historia de sometimientos y marcadas diferencias sociales.
Haciendas históricas
En los alrededores de Popayán aún se conservan algunas de las antiguas haciendas coloniales. Estas casas de gran valor arquitectónico e histórico pueden ser visitadas por turistas y se convierten en una forma interesante de conocer el estilo de vida de los más ilustres. La más cercana es la Hacienda Calibio, en la variante norte, a escasos 10 minutos del centro urbano.
Construida por don Marcelino Mosquera y Figueroa, tío del general Tomás Cipriano de Mosquera, hoy propiedad de la familia Simmonds, fue el lugar en donde el 15 de enero de 1814 Antonio Nariño derrotó al virrey Juan Sámano. Desde el balcón del segundo piso se puede apreciar el jardín en el que aquel día remoto combatieron cuerpo a cuerpo más de 4.000 hombres. El enfrentamiento quedaría documentado en la historia como la batalla de Calibio.
En uno de los pasillos, una placa conmemorativa señala el lugar en donde fue decapitado el coronel español Ignacio Asín, quien había sido enviado por la corona para apoyar a Sámano. “Años después, en 1826, almorzaría en esta casa el libertador Simón Bolívar, en la época de la reconquista”, señala José Arnobio León Franco, de 68 años, mayordomo de la hacienda y quien pertenece a la cuarta generación de esos primeros esclavos que llegaron a Popayán para trabajar a la voluntad de los colonizadores. Su historia dista mucho de la de sus antepasados, quienes vivían hacinados en la planta baja de la hacienda y a quienes les era prohibido ingresar por la puerta de los señores. “Mi papá trabajó en la hacienda y mi tío era vaquero, yo comencé desde niño”, agrega.
De los Mosquera también queda la hacienda del general Tomás Cipriano de Mosquera, en el municipio de Coconuco, ha 30 minutos de Popayán. “En esta casa murió el 7 de octubre de 1878 el gran general Tomás C. de Mosquera”, se lee en una de las paredes. Al interior, la gran casona conserva su decoración y muebles originales, e incluso los visitantes pueden ver la cama en la que el general, quien fue dos veces presidente, pasó sus últimos días.
“Es una de las casas más antiguas de la región, data de 400 años. Era la hacienda de recreo del general. Él mismo mandó a construir la chimenea de la sala central, la cascada y el mirador del segundo piso”, cuenta Marcela Mosquera, bisnieta del general. Entre las grandes joyas del lugar se encuentra un antiguo piano de palo de rosa, ensamblado en París y que al parecer sería el primero de este tipo en llegar a Colombia. Así mismo, en la parte trasera, todavía se conserva el jardín de las rosas deshojadas de los templarios que el mismo general trajo de Europa.
Destino natural
Además de su importancia histórica, la región de Coconuco también es conocida por sus aguas termales, que brotan del subsuelo espontáneamente formando piscinas naturales. Henry Guañarita, del cabildo indígena de Coconuco, es quien lidera el Atractivo Ecoturístico Salinas, ubicado en el sector de Chiliglo, que en lengua nativa quiere decir “Templo de Dios”. Allí le ofrece a los turistas caminatas ecológicas y paseos a caballo mientras comparte con sus invitados su sabiduría ancestral. Su proyecto de termales cuenta con una piscina al aire libre de aguas medicinales azufradas y una sauna natural, enclavada en la mitad de la montaña, en la que los vapores de las termales superan los 70 grados. Guañarita también administra desde el año 2004 la estación piscícola Chiliglo en donde vende trucha fresca que el mismo prepara para los turistas.
Las Termales de Aguatibia es otro de los lugares frecuentados en la región de Coconuco. Su éxito se debe a que como lo explica Juan Diego Angulo, gerente comercial el complejo turístico: “el lugar cuenta con aguas termales no azufradas, benéficas para la salud y ricas en minerales como el magnesio, potasio, hierro y zinc”. Aguatibia cuenta con cinco piscinas naturales de agua termal de diferentes temperaturas y una piscina de lodo mineral medicinal, entre otros. “También ofrecemos servicio de restaurante, hospedaje, camping y actividades como canopy y senderos ecológicos”, añade Angulo.
La tierra del cóndor de los Andes
Cerca de 60 kilómetros separan a Popayán del Parque Nacional Natural Puracé, tierra que sirve de resguardo al emblemático cóndor de los Andes, símbolo nacional de Colombia y una de las aves de mayor tamaño. A 3.200 metro sobre el nivel del mar y con temperaturas que van desde los 2C a16C, el parque cuenta con un ecosistema de bosque andino, alto andino y páramo. Este último se caracteriza por los frailejones musgos y pajonales (arbustos pequeños).
Sus cerca de 83.000 hectáreas sirven de hábitat a gran variedad de especies plantas y animales entre las que se encuentran el oso de anteojos, la danta, el tigrillo y el puma. En sus montañas nacen tres de los ríos más importantes del país: el Magdalena, el Cauca y el Caquetá.
En el parque se encuentran las termales de San Juan, un espectáculo natural de aguas azufradas, cuyos musgos de colores y piedras de gran tamaño con hendiduras terminan de componer el paisaje surrealista. “Nosotros decimos que son las rocas extraterrestres, pues al parecer terminaron aquí luego de una explosión espacial”, dice uno de los guardaparques.
Otro de los atractivos del parque es el Complejo Volcánico de los Coconucos, del que hace parte el volcán de Puracé. El ascenso al volcán se hace por el sector de Pilimbalá, que en lengua nativa significa “Tierra de los vientos”, y llegar a la cima puede tomar en promedio unas cinco horas, dependiendo del clima y la condición física de los caminantes. Esta es una formación volcánica que, además de su importancia como ecosistema, es desde tiempos remotos uno de los referentes de la cultura payanesa.
Álvaro Garzón, miembro de la junta directiva de la Corporación Gastronómica de Popayán, recuerda las historias sobre los campesinos que transportaban bloques de hielo del volcán envueltos en paja. “Cuando en Popayán todavía no había electricidad el hielo del Puracé se utilizaba para refrigerar los alimentos. De esta época también se remontan los helados de paila, que eran fabricados por las señoras con las nieves del volcán y el tradicional salpicón de baudilia, una receta de la señora Baudilia a base de mora, piña y guanábana en la que el ingrediente principal es el hielo”, dice.
Gastronomía y tradición
Las influencias europeas en Popayán no solo se hicieron evidentes en la arquitectura sino también en su cocina. Preparaciones francesas y españolas, mezcladas con algunos vestigios criollos -como por ejemplo el pipían, un guiso de papa amarilla- componen la mesa payanesa. Entre los personajes de la cocina tradicional se encuentra doña Chepa, una mujer corpulenta y sonriente que a sus 92 años todavía sigue fabricando con sus propias manos los famosos aplanchados, unos pasteles de hojaldre dulce a base de harina, azúcar y mantequilla. La receta, al parecer, es originaria de las cocinas de las monjas francesas. En su negocio, en el que trabaja toda su familia, ofrece tortas, colaciones y manjar blanco, que son los autóctonos protagonistas del “mecato” u onces payanesas.
Las distintas culturas que habitan el territorio, entre los que se encuentran etnias indígenas, grupos afrocolombianos y descendientes de españoles y criollos hacen de su gastronomía una variada combinación de sabores y tradiciones. En 2005 la Unesco designó a Popayán como la primera ciudad de la gastronomía por su patrimonio intangible para los colombianos.
“Algunos de los platos típicos payaneses son la costilla de cerdo con envuelto de maíz blanco, la lechona caucana, las empanadas y tamales de pipián con ají de maní, el champús (una bebida a base de piña, lulo y maíz) y la chicha”, dice Edgar Simmonds Pulido, gerente de operación y chef del Hotel Camino Real, quien participará en el próximo Congreso Gastronómico de Popayán que tendrá lugar entre el seis y el nueve de septiembre, y que en su X versión tiene como país invitado a la República de Corea.
La ciudad blanca
Varios terremotos ha sufrido Popayán desde su fundación. El último tuvo lugar durante la mañana del jueves santo de 1983. Aquel día se desplomó la cúpula de la Catedral, se vieron afectadas varias edificaciones de gran importancia histórica como la Ermita, la Torre del Reloj, el templo de San Francisco y la iglesia de Santo Domingo. Reconstruir la ciudad tomó más de cinco años.
Una de las pocas estructuras que resistió al sismo fue el Puente del Humilladero, con sus 12 arcos, construido a finales del siglo XIX. Pese a lo que se podría pensar, el puente nada tiene que ver con algún tipo de castigo. Este recibió su nombre porque la cuesta de la calle segunda, que el puente ayuda a evitar, era tan empinada que no se podía escalar por ella sin inclinar la cabeza. Hoy es uno de los sitios más visitados por los turistas, junto con el Pueblito Patojo, en el que se replican en miniatura algunas de las edificaciones más representativas de Popayán.
La ciudad de las cúpulas, los conventos, las casas coloniales y los atardeceres de arreboles es un destino que guarda en sus calles la historia de Colombia y sus próceres. Un lugar en donde además de sus tradiciones gastronómicas y religiosas se puede disfrutar de la belleza natural de sus paisajes.
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