El comandante de los mares

Tildado por algunos como falso científico y por otros como un ecologista interesado en aprovecharse de la naturaleza para montar su imperio mediático, Jacques–Yves Cousteau fue el primero en desvelarle al mundo las maravillas de la vida submarina y un pionero en la defensa del planeta.
Lo único que se oye es el continuo respirar de los buzos. Un sonido rítmico, cortante, que empieza cuando inhalan el aire de sus tanques y termina cuando lo exhalan en forma de burbujas. Por demás, en el océano se perpetua el silencio. Un infinito silencio tan vasto como sus profundidades, en el que los peces se mueven al compás de las corrientes, mientras los humanos, maravillados ante las miles de posibilidades de exploración de ese universo tan distinto al terrestre, disfrutan del paseo submarino.
“A cincuenta metros de la superficie los hombres filman una película, provistos con escafandras autónomas de aire comprimido se sienten libres de la gravedad, evolucionan libremente. Para hacer esta película han recorrido con sus cámaras el Mediterráneo, el mar rojo, el océano índico, el golfo pérsico, para descubrir un mundo extraño, casi desconocido, el mundo del silencio. Estos hombres son los submarinistas del Calypso, el navío de investigaciones submarinas del comandante Cousteau”, dice la voz del locutor con acento madrileño.
Uno a uno los buzos ascienden a la embarcación. La cámara capta con especial atención los equipos que desde el agua cada uno de estos hombres le tiende a la tripulación. Primero los tanques (son tres pequeños pegados a una especie de chaleco) que van atados a un regulador a demanda con circuito abierto, las máscaras, una cámara acuática y una scooter (todos inventos del oceanógrafo). Entre ellos también aparece Jacques–Yves Cousteau con su emblemático gorro rojo.
Rápidamente la cámara hace un recorrido por el navío que el oceanógrafo transformó en su sede de exploraciones submarinas, un viejo dragaminas de la Royal Navy abandonado en 1942, luego convertido en ferri, que finalmente termino en manos del millonario Irlandés Thomas Loel Guiness, quien a su vez se lo alquiló a Cousteau por un franco al año. A lo lejos un buque pesquero pone en el agua a un buzo, que diferencia de los del Calypso lleva un pesado vestido de hierro y un casco del mismo material. De este se desprende un tubo que desde la superficie le bombea aire al pescador. Un atuendo más parecido al de los astronautas.
En ese momento Cousteau aprovecha para explicarles a los televidentes las ventajas de su invento: el Aqualung, un equipo autónomo de aire comprimido, que le dio las herramientas para mostrale al mundo, por primera vez, imágenes a color del océano a 75 metros de profundidad y revolucionó el mundo del buceo convirtiéndolo en una actividad recreativa, a la mano de cualquiera.
Con su cámara, Cousteau le muestra a los espectadores formaciones coralinas, pequeños peces con cientos de colores, estrellas de mar, caballitos, medusas, morenas y manta rayas. Así mismo, capta con total nitidez, y a muy corta distancia, a un grupo de temidos tiburones. Sus aletas son amenazantes. Luego, aparece ante el lente los delfines que jugueteando alegremente surcan las aguas.
Con “El mundo del silencio”, la primera película del oceanógrafo, comienza una era de producciones cinematográficas y televisivas que convirtieron a este amante del mundo submarino en una de las personalidades más conocidas y respetadas del mundo científico.
La revolución ambiental de Cousteau
Medio siglo atrás Cousteau ya pronosticaba el actual estado de los mares: especies en vía de extinción, cambios en la acidez de las aguas, modificaciones en la temperatura de ciertas regiones del planeta, blanqueamiento de los corales y exterminación de los ecosistemas submarinos. Su discurso se centraba en la grave situación del Mediterráneo en donde se presentaban los primeros signos de contaminación y en la urgente necesidad de conservar la Antártica para la estudio de la ciencia, mediante el cuidado de sus especies.
Así mismo, este simpático francés, de tez pálida y una languidez característica, planteaba por primera vez la importancia de incluir la temática ambiental en las agendas gubernamentales y el derecho que tienen las generaciones futuras de encontrar un planeta habitable.
“Los ciudadanos no deben esperar que las cosas se reparen por si solas. Los gobiernos están demasiado ocupados con las elecciones para pensar en el agua y los industriales en los beneficios. Hace falta que ahora los ciudadanos tomen conciencia, formen agrupaciones de defensa, asociaciones numerosas y actúen sobre los gobiernos para obligarles a que adopten leyes para la protección del mar. La clave de la sobre vivencia depende de los ciudadanos de hoy y no de los gobiernos. No eludan su responsabilidad, actúen ustedes mismos”, estas declaraciones las dio a la cadena española RTVE en una entrevista en vivo que le hicieron en 1979, en ese entonces tenía 69 años y se encaminaba en un crucero de tres años en el que recorrió Norte América, el Amazonas, el Orinoco, Panamá y Nueva Guinea, y luego China Tailandia, las indias y el Mar Rojo.
En una época en la que la humanidad todavía no era consciente de que los recursos naturales podían llegar a agotarse, los planteamientos del capitán Cousteau resultaban revolucionarios. Su constante crítica sobre la falta de políticas concretas que preservaran el medio ambiente lo llevaron a fuertes enfrentamientos con los gobernantes del mundo. El más recordado fue el que tuvo con Francia, en 1960, cuando la Comunidad Europea de la Energía Atómica pretendía tirar al mar una gran cantidad de desperdicios radioactivos. Aquella vez Cousteau logró, mediante su programa televisivo, el apoyo de un grupo de ciudadanos quienes se sentaron en la carrilera impidiendo que el tren con los residuos tóxicos llegara al mar. Luego del suceso, el presidente Charles de Gaulle se reunió con Cousteau para pedirle que fuera más comprensivo con las investigaciones nucleares, a lo que este le contestó: “No señor, son sus investigaciones las que deben ser más comprensivas con nosotros”.
Un explorador incansable
Cousteau se interesó por el mar luego de que un accidente automovilístico le truncara su sueño de ser piloto. Para recuperarse, los médicos le recomendaron que practicara la natación. Fue precisamente en esta época cuando probó las gafas que usaban los pescadores de perlas filipinos, y se dio cuenta que bajo las aguas marinas habitaban miles de criaturas nunca antes vistas. En ese momento se decidió a ser el primero en explorar el océano.
Con tal fin Cousteau se alistó a la École Navale de Brest, donde llegó a ser oficial de artillería de la Armada Francesa. Esto le dio la posibilidad de estar en constante contacto con el mar y de desarrollar sus experimentos marinos. A los pocos años creo la primera cámara subacuática y para 1943, durante la ocupación alemana en Francia, ya había desarrollado su popular Aqualung. En las muchas entrevista que se le hicieron a este genio de los mares recordaba con especial cariño los días junto al oficial naval Philppe Tailliez y el submarinista Frédéric Dumas, cuando trabajaron eliminando minas submarinas abandonadas durante la guerra.
Luego de dejar la armada, en 1949, Cousteau creo una unidad de investigación subacuatica junto con sus dos antiguos compañeros de aventuras. Su fin era realizar experimentos técnicos y estudios de laboratorio sobre buceo. Para 1950 había adquirido el Calypso y cuatro años más tarde estrenaba su primera película. En 1959 un nuevo invento vio la luz, se trataba de un platillo de buceo, una especie de submarino, completamente maniobrable y capaz de sumergirse a 350 metros de profundidad con dos tripulantes.
Sus inventos ayudaron a que sus producciones cinematográficas fueran cada vez de mayor calidad. Una tras otras sus películas y documentales captaban la atención de sus televidentes, no sólo por sus impresionantes imágenes, sino también por el lenguaje descomplicado con el que el comandante del Calypso explicaba hechos científicos de la mayor complejidad. Con los años terminó siendo conocido como el capitán planeta y su programa “Mundo submarino” uno de los más vistos en todo el mundo. En total realizó 120 documentales y más de 50 libros, en los que también participaron sus hijos.
“Soy curioso desde que era niño, cuando me escape de casa. Siempre andaba para saber que era lo que había más allá, más lejos, y eso me sigue pasando, es la pasión de mi vida”, aseguró una vez. Cousteau recorrió el mundo con su Calypso. Sus investigaciones no sólo se limitaron a los mares, sino que también trascendieron a los ríos, siendo el Amazonas al que le dedicó más tiempo.
Luego de cientos de aventuras y tras 85 años de vida, una falla cardiaca condujo al comandante de los mares al mundo del silencio en donde seguramente, no ha dejado de explorar aquel lugar de infinita calma.
*Publicado en la revista Barman, todos los derechos reservados a Proyectos Semana.
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