Destino natural
En el Parque Nacional Natural Tayrona, la naturaleza le ofrece a sus visitantes escenarios cargados de color. Un lugar hecho para la reflexión y el descanso.
El amanecer es el momento más mágico del día en el Parque Tayrona. Es un instante en el que el ambiente todavía conserva aquella ligera frescura que deja la noche en el Caribe, cuando el canto de los pájaros inunda el lugar y el sol comienza a apoderarse de su espacio en aquel firmamento azul celeste, que por momentos se confunde con el mar.
El Parque Tayrona tiene un misticismo inexplicable. Tomar la decisión de adentrase en esta reserva natural de más de 12.000 hectáreas –en donde en sus partes altas todavía habitan pueblos indígenas– es, de alguna forma, comprar un boleto de regreso a lo básico. Es atreverse a dejar de lado la rutina que impone la vida moderna para volver a experimentar aquella íntima relación que siempre ha existido entre los seres humanos y la naturaleza, a despertar cada mañana con el mar a un lado y el espeso bosque tropical al otro, a vivir los días sin tiempo ni apuros, a andar descalzo, a resguardarse bajo la sombra de una palmera y sentarse a leer un buen libro, a cuidar del agua dulce –pues es uno de los recursos más escasos del parque– y a simplemente pasar los días caminando por la playa.
Ciertamente un paraíso natural hecho para la reflexión y el descanso, en donde se pueden disfrutar de playas vírgenes y solitarias, senderos que llevan a caminos ancestrales y diferentes zonas de camping dotadas con todo tipo de servicios para atender a sus visitantes.
El camino
La manera más común de llegar al Parque Tayrona –que está situado a 34 kilómetros de Santa Marta– es por tierra, tomando la Troncal del Caribe, que es la vía que va hasta Rioacha. Una vez allí existen diferentes entradas reglamentadas por Parques Nacionales Naturales: Neguanje, Calabazo y Cañaveral. Sin embargo, la más transitada es Cañaveral en donde los viajeros pueden encontrar servicio de transporte, que en caso de no llevar carro resulta de gran ayuda.
Otra manera de ingresar al parque es por vía marítima, tomando una lancha rápida en Taganga, un pequeño pueblo de pescadores a 10 minutos de Santa Marta, que es muy visitado por extranjeros debido a la gran cantidad de escuelas de buceo y de hostales que ofrece. Por esta vía el ingreso al parque se hace directamente por el Cabo San Juan, que es uno de los mejores lugares de camping con que cuenta el parque, el recorrido toma alrededor de dos horas.
El ingreso el parque, sin importar por qué vía se haga, tiene un costo de $7.100 para colombianos, $3.600 para niños y $21.000 para extranjeros. Una vez cancelada la cuota se recibe una manilla que debe ser portada durante el tiempo de estadía en el parque. Así mismo es importante tener en cuenta que está prohibida la venta distribución y consumo de bebidas alcohólicas y sustancias psicoactivas al interior de la reserva.
Desde la entrada de Cañaveral hasta donde comienza el camino hacia el sector de Arrecifes –que es la primera zona de camping– lo más recomendable es tomar un taxi o una de las vans que se encuentran al interior del parque. Una vez allí se puede alquilar un caballo o hacer el recorrido a pie. Muchos viajeros optan por cargar las maletas en un caballo y disfrutar de la caminata.
Luego de 45 minutos a buen paso aparece Arrecifes, la primera parada. El lugar cuenta con cómodas cabañas, una zona de camping, baños y un restaurante. Bañarse en esta playa está prohibido debido a que en este sector se presentan fuertes corrientes. Quienes quieran refrescarse deben esperar 20 minutos más hasta llegar al sector de la Piscina, que como su nombre bien lo dice se trata de una piscina natural hecha por el mar.
Arrecifes es un buen punto para pasar algunos días, sin embargo lo más recomendado es soportar una hora más de camino, que es lo que toma llegar al Cabo San Juan, el lugar es deslumbrante. Es en este justo punto donde el cielo parece unirse con el mar y donde la vida comienza tomar un ritmo distinto. La zona está equipada con baños y duchas compartidas, un restaurante que ofrece desayuno, almuerzo y cena, una pequeña tienda que vende todo tipo de víveres, una amplia zona de camping con vista al mar y dos estructuras diseñadas para colgar hamacas: una cerca a la playa, y otra en la parte alta de un montículo que haces las veces de mirador.
San Juan
Debido a la belleza de sus playas, la zona de San Juan es una de las más frecuentadas dentro del parque. Desde allí se puede caminar a diferentes zonas donde las aguas son cristalinas y se encuentran pocos bañistas. Incluso existe una playa nudista en donde se puede tomar el sol de manera despreocupada. Desde allí también se puede tomar el camino hacia el pueblito indígena Chairama.
En las noches es común que se organicen fiestas esporádicas en torno a una guitarra, una caja o un acordeón. También hay quienes se reúnen a contar historias y desde hace algún tiempo hay un grupo de artistas itinerantes que divierten a los turistas con sus presentaciones de teatro.
Por demás este es un escenario mágico en donde el tiempo parece detenerse para que sus visitantes disfruten del sol, la playa y el mar del Caribe. Una reserva natural con las puertas abiertas para quienes quieran conectarse con la naturaleza.
*Publicado en la revista Viajes & Turismo, todos los derechos reservados a Proyectos Semana.
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