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A ritmo caribeño

SanAndres

Enclavado en un mar de siete colores, el Archipiélago de San Andrés, Providencia y Santa Catalina es un paraíso natural lleno de vida, en donde sus puertos cuentan historias de piratas y los lugareños bailan al son de las olas del mar.

Desde las alturas, San Andrés se ve como un punto verde rodeado por una espesura marina de todos los tonos de azules, que más que un destino al alcance de los mortales parece más bien un cuadro impresionista. Luego, basta con poner un pie en la isla para percatarse de que en realidad se trata de un paraíso tropical, uno de los pocos que todavía existen en el mundo y que debido a su biodiversidad biológica y a la riqueza de las tradiciones ancestrales de su gente fue declarado en el 2000 como Reserva de Biosfera Seaflower.

Como en las demás islas del Caribe, en el Archipiélago de San Andrés, Providencia y Santa Catalina la población está conformada en su mayoría por afroamericanos, descendientes de los primeros esclavos que trajeron con su llegada los colonizadores. Se trata de hombres y mujeres de raza negra, con ojos claros, facciones delicadas y andar desparejado que conservan sus tradiciones ancestrales. Su idioma oficial es el creole english, un inglés criollo que recuerda los dialectos africanos, y se conocen a sí mismos como raizales.

Uno de los aspectos centrales de su cultura es la religión, por eso no es casualidad encontrase en casi cada esquina con una iglesia. Los días para el culto son los sábados,  en el caso de los adventistas y los domingos, para los bautistas, católicos y cristianos. Pese a que en la isla existe una amplia pluralidad de creencias religiosas, la mayoría de la población pertenece a la iglesia bautista. El centro religioso más antiguo está ubicado en el sector de la loma, la zona más alta, a120 metros sobre el nivel del mar, y data del año 1844.

De piratas y esclavos

Se dice que los primeros en habitar la isla fueron los indios Miskito, quienes procedían de las costas centroamericanas. Sin embargo, el primer gran asentamiento fue por parte de los puritanos ingleses quienes llegaron de las Bermudas en busca de nuevas tierras. Al encontrase con aquella isla paradisiaca comenzaron con la plantación y el comercio de productos como el tabaco, la caña de azúcar, el índigo, la rubia y el algodón. Luego, la isla les sería arrebatada por los españoles, cuya empresa colonizadora ya se había tomado gran parte del territorio suramericano.

La isla también sería victima de ataques de piratas,  como el de De-ward Mansweldt quien la tomó en 1664 para ser recuperada por los españoles un año después. Durante el siglo XVII fueron varios los intentos de la Reina Isabel I de Inglaterra por recuperar el territorio que sus hombres habían descubierto. En el archipiélago aún se cuentan historias de piratas, barcos fantasmas y tesoros.

Dos de los corsarios más famosos son Francis Drake y Henry Morgan, este último tuvo la isla bajo su posesión por 18 años, hasta que nuevamente fue recuperada por los españoles. La leyenda cuenta que las más preciadas joyas de Morgan permanecen enclavadas en una cueva, que hoy lleva su nombre y que es uno de los lugares turísticos más visitados en la isla. El nombre de pirata también lo lleva una formación rocosa que se encuentra en Santa Catalina, a la que se le conoce como la cabeza de Morgan debido a su gran parecido con un perfil humano. Según los nativos, desde allí Morgan defendió sus tesoros de otros piratas que quisieron asaltarlo.

Para finales del siglo XVII los españoles y los ingleses perdieron el interés en el archipiélago, y luego de tantas batallas la isla permaneció abandonada por casi un siglo. Solo hasta 1730 volvió a ser habitada por esclavos traídos de de las islas británicas caribeñas y el oeste de África para trabajar en cultivos de algodón. En 1834, tras la abolición de la esclavitud, muchos de los terrenos del archipiélago quedaron en manos de los afroamericanos, quienes ya libres decidieron comenzar una nueva vida en aquel paraíso tropical.

Color, frescura y Caribe

Recorrer la isla no toma más de dos horas. Uno de sus mayores atractivos es su arquitectura en la que sobresalen las casas de madera coloridas de dos plantas, con ventanas angostas techos triangulares y blacones exteriores en donde es común ver a los lugareños pasar las horas en compañía de familiares y amigos. La isla también cuenta con modernas torres de hoteles, una amplia zona comercial ubicada en el centro y un paseo peatonal que permite disfrutar de la bahía.

Además de sus playas de arena dorada, entre las que se encuentran Rocky Cay, Cocoplum, Sound Bay, Johnny Cay y el Acuario, San Andrés cuenta con más de 12 manglares que sirven de hábitat a ostras, cangrejos, iguanas, lagartos y aves migratorias y una laguna de 400 metros de largo en donde es común encontrar garzas, palomas y lagartos pequeños, entre otras especies.

Entre los lugares más visitados se encuentran el hoyo soplador –un fenómeno natural producido por una seria de túneles, que comienza en los arrecifes coralinos y termina en un hoyo por el que sale el aire comprimido– y los cayos de Jonny Cay y Haynes Cay. Otros cayos recomendados son Bolívar, Albuquerque, Roncador, Quitasueño, Serrana y Serranilla, un poco más alejados de la isla.

Un paraíso submarino

Sin embargo, el mayor tesoro del archipiélago se esconde en sus profundidades marinas. Sus aguas de siete colores albergan desde pequeños y coloridos peces de arrecife hasta especies de grandes tamaños como barracudas, tortugas carey, rayas y tiburones de aleta blanca. Además, el lugar cuenta con una excelente visibilidad, que excede los 10 metros y una temperatura bajo agua que, por lo general, está por encima de los 26 grados centígrados, lo que permite bucear incluso sin traje.

Considerada como la tercera barrera coralina más larga del mundo –luego de la Gran Barrera australiana y la Barrera Arrecifal de Belice– Providencia ofrece vistas submarinas inigualables en las que los buzos pueden nadar en medio de cuevas, descender por majestuosas paredes llenas de vida y descubrir los naufragios de las antiguas embarcaciones piratas que quedaron enclavadas en aquellas aguas.

A diferencia de San Andrés, Providencia cuenta con una vegetación nativa más agreste y la mayoría de sus hoteles son resorts campestres que brindan alojamiento en cabañas nativas. La isla cuenta con una gran variedad de playas, la más larga es South West Bay, famosa por las competencias de caballos que se realizan allí cada sábado. Entre las más visitadas también se encuentra Playa Manzanillo, al sur este, en donde en las noches se puede disfrutar de los ritmos del reggae alrededor de una fogata.

Quienes visitan San Andrés coinciden en que allí la vida tiene otro ritmo. Y no solo tiene que ver con la manera en la que el sol asciende cada mañana y se esconde en cada atardecer, o con el suave movimiento de las olas del mar, o con aquel verdor de sus montañas, o con los ritmos del reggae que acompasan las tardes soleadas, sino también con la manera en la que los lugareños interactúan con su isla, con su forma de ver el mundo y con su propia vida que transcurre de manera tranquila en medio de aquel lugar que desde el firmamento se parece más a un cuadro impresionista.

*Publicado en la revista Viajes & Turismo, todos los derechos reservados a Proyectos Semana.

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