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El misterio de La Peregrina

La perla que por años perteneció a la corona española, estuvo en manos del hermano de Napoleón y finalmente terminó haciendo parte de la colección de joyas de Elizabeth Taylor, es una valiosa gema cargada de historia que en este enero será nuevamente subastada.

En uno de los retratos que permanecen en el Museo del Prado de Madrid, sobresale una mujer de mirada sombría y rasgos fuertes. En su pecho lleva un diamante cuadrado de tonalidades aceradas del que se desprende una perla blanca en forma de lágrima. La pintura fue hecha en siglo XVI por el retratista holandés Antonio Moro, por orden de María I de Inglaterra, más conocida como María Tudor o ‘María la Sangrienta’ (Bloody Mary), apodo que terminó ganándose por la desmedida crueldad con la que llevó a cabo sus persecuciones contra los herejes.

Felipe II de España fue quien le regaló la preciosa gema, conocida como La Peregrina, a María Tudor cuando oficializaron su compromiso. Su belleza, originalidad y rareza hicieron de esta una de las gemas preferidas de la corona, utilizada únicamente en ocasiones especiales ya fuera como collar, prendedor o broche. Con ella también fueron retratadas Ana de Austria, cuarta esposa de Felipe II de España; Isabel de Borbón, primera esposa de Felipe IV de España; Margarita de Austria, esposa de Felipe III de España y el mismo rey Felipe, quien en un una de las pinturas hechas por Velásquez –que se encuentra en el Museo del Prado– la lleva prendida de su sombrero.

El misterio

La perla “pinjante en forma de pera, de buen color y buen agua”, como describió a La Peregrina el rey Felipe II en su testamento, fue encontrada en el Golfo de Panamá hacía el año 1513 por un esclavo negro, quien tras llevar a su amo tan deslumbrante tesoro consiguió su libertad. De inmediato fue nombrada como La Peregrina por “rara, caprichosa, especial”, otros la apodaron como La Sola o La Margarita.

Pasarían más de 50 años para que la perla finalmente llegara a manos de don Diego de Tebes, alguacil mayor de Panamá, y otros más para que luego éste se la ofreciera a Felipe II, quien no halló mejor presente para darle a su futura esposa. Según los registros, para 1580 la perla ya era propiedad de la corona española.

Pesaba 58 quilates sola y 71 con el pasador de oro que se le puso por remate. La transacción se hizo por 9.000 ducados, monto que según consta en el testamento del rey fue pagado a Francisco Reynalte y Pedro Cerdeño, plateros dedicados al negocio de las joyas preciosas.

“No es la perla más grande del mundo, pero sí la más famosa y la más bonita, la más excitante”, recalcó recientemente para los medios de comunicación el especialista en joyas históricas David Warren, quien además ha resaltado su tamaño, brillo, color y misterio.

La gema robada

La primera vez que los franceses supieron de la existencia de La Peregrina fue cuando el rey Felipe IV la lució como broche en su sombrero, durante la boda de su hija Maria Teresa con el rey Luis XIV de Francia. Su belleza deslumbró al rey de Francia, quien ese día pudo constatar lo que se rumoraba en los distintos reinos: que los españoles eran quienes tenían la mejor colección de joyas de Europa.

Años después, las joyas de la corona serían uno de los botines que José Bonaparte se llevaría luego de que su hermano, Napoleón, le ofreciera el trono español. Entre todos los tesoros de los borbones Bonaparte escogió La Peregrina como regalo para su esposa, Julia Clary, quien vivía en París.

Así, la blanca perla en forma de lágrima siguió su camino, peregrinando y cumpliendo las veces de celestina, ese parecía ser su destino. Al perder el trono español y tras separarse de su esposa, Bonaparte se marchó a Estados Unidos no sin antes recuperar la gema, que según se cree lució su amante en los años posteriores. Al morir, en 1844, La Peregrina quedó en manos de su sobrino Charles Louis Bonaparte, quien luego sería conocido como el emperador Napoleón III.

Las dificultades económicas llevarían a que el emperador le vendiera la perla a lord James Hamilton, el segundo marqués de Abercorn, quien  a su vez se la regaló a su esposa, lady Louisa Jane Russel. En la memoria de quienes asistieron al baile que se llevó a cabo en 1848, en el Palacio de Tullerías, en Paris, quedó el destellar de la hermosa gema que lució la dama de Hamilton sobre su pecho.

La Peregrina permaneció en la familia Abercorn durante casi 100 años, luego fue vendida a una joyería inglesa y finalmente el 23 de enero de 1969 la galería Parke Bernet de Nueva York subastó la perla con el lote número 129. Al conocer que la gema sería ofertada, la casa real española difundió el rumor de que no se trataba de la legítima Peregrina, sin embargo las dudas fueron despejadas cuando entre los compradores se hizo presente el mismo Alfonso de Borbón y Dampierre.

La subasta fue reñida. Hasta los 15 mil dólares los asistentes se dieron la pelea por esta perla cargada de historia y distinción. Pasado este valor, pocos siguieron en la contienda. Alfonso de Borbón ofreció un máximo de 20.000 dólares, dejándole el camino libre al actor Richard Burton, quien se quedó con ella tras ofrecer 37.000 dólares. Burton le regaló La Peregrina a su esposa, la actriz Elizabeth Taylor en su cumpleaños número 37. “Yo no puedo ver la vida sin Elizabeth. Ella es mi todo, mi aliento, mi sangre y mi imaginación”,  dijo el actor una vez en una entrevista cuando le preguntaron sobre su amada.

Una historia de amor con las joyas

Algo en lo que sin duda Richard Burton y Elizabeth Taylor coincidían era en su amor por las joyas. Durante el tiempo que duraron juntos fueron incontables los regalos que él le hizo a ella. Además de La Peregrina, Burton le obsequió varios diamantes, entre los que se encuentran el Krupp, de 33.19 quilates; o el Taylor- Burton, de 69.42 quilates y uno de color amarillo y tallado en forma de corazón.  El broche con diamantes y esmeraldas, que se complementa con el lujoso collar de esmeraldas –que le regaló el día de su boda y que según se especula perteneció a un noble ruso– son algunas de las piezas más destacadas de la colección de joyas de Elizabeth Taylor, considerada como una de las más importantes del mundo.

“Yo nunca discutí sobre joyas con Richard, nuestra relación en este sentido se dio espontáneamente”, asegura Taylor en su libro My love affair with jewels. En esta biografía la actriz también rememora el día cuando perdió La Peregrina, mientras estaba hospedada en el Cesar’s Palace de Las Vegas y como logró quitarle la gema de la boca a su perro, justo antes de que se la tragara.

Esta fue la razón por la que, con la ayuda de Cartier, la actriz decidió diseñar un collar de estilo renacentista para su Peregrina. Así nació una de las obras maestras de la joyería mundial, una fina gargantilla de perlas, con doble cadena, en la que se sobresalen nueve flores decoradas con diamantes, cuyo centro está conformado por un rubí, del que descuelga La Peregrina.

“La Peregrina es la segunda mejor joya de la colección de Elizabeth Taylor, tras un diamante que lleva el nombre de la actriz, el cual lució en la película en la que interpretó a Ana Bolena”, asegura Warren.

Luego de la muerte de la actriz, 33 de las joyas de su colección serán subastadas en Christie´s. Sus herederos esperan recaudar un total de 22 millones de euros, parte de los cuales serán donados a la fundación ETAF que trabaja contra el sida. El precio de salida de La Peregrina se calcula entre los 1,4 y 2,2 millones de euros, y según se rumora la corona española no escatimará en esfuerzos para recobrar esta gema cargada de historia.

“No se puede llorar en el hombro de un diamante y los diamantes no te van a mantener caliente por la noche, pero la diversión está asegurada cuando el sol brilla a través de ellos”, decía Taylor cuando le preguntaban sobre su pasión por las joyas.

*Publicado en la revista Luxury Star, todos los derechos reservados a Proyectos Semana.

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