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Orgullo ruso

El Teatro Bolshoi de Moscú recobra su brillo tras seis años de obras. En total se invirtieron cerca de 500 millones de euros para lograr que esta obra de la arquitectura neoclásica luzca nuevamente como en la época de los zares .

Octubre 28 de 2011. En el escenario aparece el presidente de Rusia Dmitri Medvédev. Son las 7:12 p.m. El mandatario, con voz solemne, asegura que el monumental edificio, que preserva su espíritu especial desde la época de los zares, servirá de inspiración para los cantantes, bailarines y músicos del Bolshoi, que ya son un hito en el mundo entero. Afirma enfático: “Nuestro país siempre encontrará dinero para mantener el Bolshoi en las más óptimas condiciones, ocurrió hace 150 años y ahora vuelve a suceder”.

Acto seguido se abre el telón y en escena –en  vez de elegantes bailarines de ballet– se ve un grupo de obreros que a gritos dan ordenes, mientras las máquinas de construcción marchan a todo dar. Desde su palco la cantante rusa Galina Vishnevskaya –quien tantas veces estremeció a los asistentes del Bolshoi con su poderosa voz durante los años 50– mira aturdida la escena que nada tiene que ver con los días de gloria del teatro. Lo mismo le sucede a los demás invitados, entre quienes se encuentran la bailarina rusa Maya Plisetskaya con su esposo, el renombrado compositor Rodión Schedrin; el cantante Nikolai Baskov; la actriz de cine Monica Belluci y las más importantes personalidades de la realeza europea y la elite rusa.

De un momento a otro el estrepitoso ruido es interrumpido por la melodía del coro Slavsia del epílogo de la Primera Ópera Rusa de Iván Susanin de Glinka. Así se da inicio a la gala de reapertura de uno de los teatros más importantes del mundo, que tras seis años de trabajos de restauración vuelve a recobrar su belleza.

El imperio de las artes

Ocho columnas de estilo neoclásico conforman la fachada principal del Teatro Bolshoi. En  la parte superior del edificio una escultura de bronce que retrata al dios Apolo con sus cuatro caballos, termina de componer esta obra arquitectónica sin igual construida hacia la mitad del siglo XIX. Este teatro y su historia –que ha sido marcada por incendios, represiones de la Unión Soviética y bombardeos de la II Guerra Mundial– es un emblema nacional ruso tan universal como las Matrioshkas, el vodka o el caviar. Su importancia llega a tal punto que hoy en día la imagen de la edificación es reproducida en los billetes de 100 rublos.

Pese a que la edificación se erige en uno de los costados de la Plaza Teatrálnaya desde 1825 –en pleno centro de Moscú–  la historia del Bolshoi como compañía artística data desde 1776, cuando la emperatriz Catalina II le permitió al noble Piotr Urusov construir un teatro para presentar óperas. El primer edificio del Bolshoi fue terminado hacia 1780, y 25 años después quedó destruido debido a un voraz incendio. Sin embargo, los esfuerzos por construir un espacio para las artes no terminaron ahí, y hacía 1812 se inició la reconstrucción del teatro, esta vez siguiendo el lujoso diseño del arquitecto Osip Bove – Mikhailov, que evoca la era zarista en cada uno de sus detalles.

El resultado fue una majestosa edificación de 30.366 metros cuadrados, con amplias escaleras en forma de espiral, pisos alfombrados, enchapes en oro, estructuras en las que sobresalen figuras neoclásicas talladas en yeso (algunas bañadas en oro), salones pintados con técnicas del siglo XIX y decorados con antiguos tapices, espejos, lámparas de cristales y todo tipo de objetos que demostraban la riqueza de la era de la familia Romanov y un salón central con 10 palcos cubiertos con láminas de pan de oro y una capacidad para 2.100 espectadores.

El nuevo teatro, con su emblemática fachada, que también fue obra de Mikhailov, se reinauguró en 1825, y como si la historia de esta obra de la arquitectura rusa tendiera a la desgracia,  para 1853 se repitió lo sucedido años atrás: las llamas volvieron a llevarse parte del teatro.

Esta vez el encargado de recuperar el Bolshoi fue el arquitecto Albert Cavos quien logró terminar las obras para el día de la coronación del zar Alejandro II, en 1856. Así comenzó una nueva era para la edificación que se convertiría en el hogar de cientos de bailarines y músicos, muchos de ellos catalogados hoy como los mejores del mundo. Esa fue la época dorada del Bolshoi.

Luego vinieron hechos políticos que afectaron directamente la libertad de los artistas –al no permitírseles interpretar obras extranjeras– y, por supuesto, al edificio. Con la llegada de los bolcheviques a Moscú, el teatro además de albergar actividades artísticas fue utilizado como sede de los congresos del partido comunista. Vládímir Lenin construyó su oficina en uno de los elegantes salones donde antes se tomaba el té y el escudo ruso de los Romanov –que adornaba la fachada del teatro– fue sustituido por el escudo soviético. Para 1922 el Bolshoi fue testigo de la fundación de la Unión Soviética.

La nueva era

Desde 1856, el Bolshoi nunca más volvió ser intervenido. Con el paso del tiempo las aguas del río Neglinka –que pasan muy cerca de la edificación– terminaron dañando sus cimientos y para 2005 se hizo evidente que era indiscutible recuperar el Bolshoi si se quería evitar que su gloria terminara en ruinas.

Por orden del presidente de ese entonces se cerró el teatro y se puso en marcha su proceso de restauración. Durante seis años, 3.000 profesionales –entre los que se encontraban diseñadores, arquitectos, restauradores, escultores, ingenieros civiles e ingenieros de sonido– trabajaron para dejar el teatro en las mismas condiciones que cuando se inauguró para la coronación del zar Alejandro II.

Las obras comenzaron en la fachada. La atención se centró en restaurar las columnas que aún tenían las secuelas que dejó una de las explosiones de la II Guerra, y en la restauración de la escultura de Apolo a la que se le recuperaron detalles como la hoja de higuera que cubría sus partes nobles.

En el interior los cambios fueron mucho mayores. Se construyó una nueva sala de conciertos subterránea con capacidad para 330 asistentes, se redujo el número de asientos pasando de 2.100 a 1.720 –con el fin de brindar mayor comodidad– y se amplió el espacio para la orquesta. Con estas reformas el teatro paso de tener una extensión de 30.366 m2 a 72.830 m2.

La modernización del escenario principal estuvo a cargo de la compañía británica Bosch Rex Roth, conocidos por su trabajo en el teatro Covent Garden de Londres. Uno de los grandes cambios fue la implementación de un sistema de plataformas con grúas que permiten situar el foso de la orquesta al nivel del escenario o de los espectadores, dependiendo de las necesidades. Este sistema también permite hacer cambios en la estenografía sin que el espectador si quiera lo note.

Según Antón Guetman, subdirector del Bolshoi, uno de los grandes desafíos fue recuperar la acústica original del teatro que se había deteriorado debido a las intervenciones estructurales hechas al edificio durante la ocupación soviética. “Muchos expertos, científicos y técnicos participaron en el proceso. Incluso tuvimos que encontrar una madera igual a la original (1825). Se trata de especiales paneles de madera de abeto que tienen un timbre único y reproducen el eco como ningún otro material. Estoy convencido de que los espectadores notarán la diferencia”, dice Guetman.

Con el fin de evocar el lujo de la época de los zares, se contrataron más de 150 maestros en la técnica del bañado de oro, quienes se dedicaron a barnizar decenas de lienzos, lámparas y figuras. En total se utilizaron 4,5 kilos de papel de oro. Otro de los retos fue la restauración de la lámpara de cristal de la sala de conciertos, que se estima es del año 1863. Así mismo se contrataron artistas que reprodujeron con las mismas técnicas utilizadas en el siglo XIX las pinturas borradas de los salones por los bolcheviques.

Aquel 28 de octubre de 2011 cuando las puertas del Bolshoi volvieron a ser abiertas los ilustres invitados fueron testigos del esplendor de un teatro con más de 200 años de historia que hoy en pleno siglo XXI renace para dar inicio a su temporada número 236. Aquella noche, como ha sido tradición desde sus primeros años, las obras del legendario Tchaikovsky se llevaron el protagonismo en esa primera gala que marcó el inicio de una nueva era para uno de los teatros y compañías artísticas más emblemáticas del mundo.

*Publicado en la revista Luxury Star, todos los derechos reservados a Proyectos Semana.

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